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8 julio 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1946. La normativa jurídica

La normativa jurídica

La normativa jurídica en que había de encuadrarse el Opus Dei estaba por hacer. Para esa tarea se había designado al P. Arcadio Larraona, Subsecretario de la Sagrada Congregación de Religiosos. El Fundador consiguió animar al P. Larraona a reanudar el trabajo en plenos calores estivales. Y no sólo animarle con buenas palabras sino acompañarle en la faena. De todos modos, el decretum laudis tardaría en salir a la luz. Todo va bien —escribía a Madrid el 8 de julio—, pero será muy difícil lograrlo antes del curso próximo, y ¡conviene tanto que sea enseguida!
Tan pronto supo que la fecha de su audiencia con el Papa se había fijado para el 16 de julio, se fue a Fiuggi, acompañado de don Álvaro, para trabajar personalmente al lado del P. Larraona. Trataba de echar una mano para que la trama jurídica que estaba tejiendo el P. Larraona no ocasionase perjuicio el día de mañana a la auténtica naturaleza del Opus Dei. Indudablemente, este trabajo tenía carácter fundacional y no podía renunciar a él en modo alguno, pues, como diría más tarde a sus hijos:
En aquella hora tan crítica de la historia de la Obra —estábamos en 1946—, el derecho tenía una particular importancia. Porque un equívoco, una concesión en algo sustancial, podría originar efectos irreparables. Me jugaba el alma, porque no podía adulterar la voluntad de Dios.
La tarea que tenía ante sí el P. Larraona era bastante ingrata. Los expedientes de las instituciones que esperaban ser aprobadas como formas nuevas (los futuros Institutos Seculares) cubrían un amplio sector: desde los que deseaban no ser equiparados a los religiosos, a pesar de reunir casi todos los requisitos para su aprobación como congregaciones religiosas; hasta los que deseaban serlo, aun careciendo de ellos. El enfoque que en los últimos años se había dado a las formas nuevas, por parte de la Congregación de Religiosos, era el de considerar a estas nuevas instituciones algo así como una tentativa de adaptación o acercamiento al mundo, una nueva modalidad de vida religiosa.
Las formas nuevas venían, por consiguiente, a ser consideradas como los últimos eslabones de una evolución histórica de las Órdenes religiosas. Bajo ese punto de vista, y por complacer a todos, en el proyecto normativo del P. Larraona la solución giraba en torno a una variante del estado de perfección. Ahora bien, el estado de perfección, con sus requisitos y modalidad de vida, es lo que define al religioso o a quienes a él se equiparan.
Ésta fue la causa de que en las conversaciones sobre el entendimiento de lo que era el Opus Dei comenzase el forcejeo del Fundador, que así define su empeño, para que los miembros de los Institutos Seculares no fueran considerados personas sagradas, como algunos querían, sino fieles corrientes, que eso son; [de ahí] mi afán en que quedara claro que no éramos ni podíamos ser religiosos.
Insistía el Fundador en que la nota esencial de la llamada a la santificación y al apostolado en medio del mundo era la secularidad. Y con arreglo al criterio de la secularidad se redactaron los textos de los que nacería la futura Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia. Con ello se logró un pequeño avance. Era un paso adelante, aunque insuficiente, porque no se pudo evitar por completo el que apareciera en sus fundamentos el concepto de estado de perfección. De donde vino a resultar una situación de compromiso. Para obtener el Decretum laudis que había ido a buscar a Roma, el Fundador se vio obligado a ceder en algunos puntos que no correspondían a la naturaleza del Opus Dei.
Hemos aceptado con sacrificio —escribía a sus hijos— un compromiso que no ha sido posible evitar y que no vela, sin embargo, la alegría de haber logrado por fin un cauce jurídico para nuestra vida. Y esperamos que, con la gracia de Dios, los puntos dudosos no lo sean dentro de poco, si se consiguen de la Santa Sede las oportunas declaraciones legales, de modo que no puedan ser mal interpretados.
No había otra salida, sin embargo: o se aceptaba todo, o seguíamos sin un sendero por donde caminar.
Al cabo de cuatro días de trabajo intenso, quedaron encarrilados los problemas.
VÁZQUEZ DE PRADA