-
El Padre Sánchez, confesor de san Josemaría
San Josemaría se encuentra sin director espiritual pues los distintos sacerdotes con los que se ha ido confesando no habían podido seguir atendiéndolo por un motivo u otro. No tenía -escribe- "a quien abrir el alma y comunicar en el fuero de la conciencia aquello que Jesús me había pedido".
Por entonces oye hablar del Padre Sánchez, jesuita, que atendía muy bien a sus penitentes. La mañana de este día fue a hablar con él a la calle de la Flor a pedirle al jesuita que fuera su director espiritual: "Entonces, despacio, comuniqué la Obra y mi alma. Los dos vimos en todo la mano de Dios. Quedamos en que yo le llevara unas cuartillas -un paquete de octavillas, era-, en las que tenía anotados los detalles de toda la labor".
Luego, el Padre cuenta: "El domingo, día 6 de julio, entregué al P. Sánchez estas cuartillas, en el Patronato, cuando vino a los exámenes de la preservación de la fe". En otro lugar, anota: "El P. Sánchez se fue a Chamartín un par de semanas. Al volver, me dijo que la obra era de Dios y que no tenía inconveniente en ser mi confesor.
El lunes 21 del mismo mes, en Chamartín, me devolvió las notas el Padre y se comprometió a ser nuestro Director: ¡Laus Deo! El paquete de octavillas lo quemé hace unos años. Lo siento".
A partir de finales de julio san Josemaría se entrevistó periódicamente con su nuevo director espiritual para tratar, no los temas concernientes a la fundación de la Obra, sino lo concerniente a su alma. Anota en sus Catalinas: "sólo le hablaba de la Obra en cuanto tenía relación con mi alma".
Así, durante los primeros años de la fundación de la Obra se confesaba con este sacerdote jesuita: el Padre Valentín Sánchez Ruiz. El Padre tenía que ir a verle a una casa de formación que los jesuitas tenían en el barrio madrileño de Chamartín, al norte de la ciudad y a una enorme distancia de Atocha, la zona por donde vivía el Fundador. Solía hacer el trayecto a pie (por falta de dinero). No pocas veces, el Padre Sánchez le hacía esperar largo rato, incluso horas, antes de recibirle.
Varios años después san Josemaría se encontraba comiendo con el P. Arrupe, superior de los jesuitas. El P. Sánchez ha fallecido ya. El Padre evoca aquellas caminatas y cómo, en algunas ocasiones, salía un hermano lego para anunciarle: "hoy el padre Sánchez no podrá atenderle". El Padre comenta en tono positivo: "siempre consideré que aquel era un motivo bueno para formar mi alma".
En éstas, el hermano lego que está sirviendo la mesa y que ha seguido el hilo de la conversación dice repentinamente: "¡Toma! ¡Si lo sabré yo...! Yo era el que tenía que ir con ese recado tan desagradable, después de haber estado usted esperando una o dos horas. Recuerdo perfectísimamente bien que no fue ni una, ni dos, sino varias veces, cuando ocurrió eso".
En alguna ocasión contaba don Álvaro que, después de redactar Santo Rosario, el Padre se lo llevó al P. Sánchez para que lo aprobara: "Santo Rosario lo escribió de una sentada, como prolongación de su acción de gracias de la Santa Misa, en el Patronato de Santa Isabel: sobre una mesa que hay entre la iglesia y la sacristía, yendo hacia la salida de presbiterio. Decía algunas cosas más. Pero su confesor, al que san Josemaría enviaba todo, le dijo que se podía quitar esto y lo otro. Y lo quitó. Luego, cuando he visto el original, me ha dado mucha pena porque hay otras cosas muy bonitas.
Todos tenemos tendencia a corregir la plana a los demás. Pero el Padre, con esa confianza en lo que venía de Dios, le hizo caso".
Le entregaba sus Catalinas al P. Sánchez para que estuviera enterado de todo lo que sucedía en su vida interior. A veces tenía que anotar descortesías que recibía de su mismo confesor: "He escrito esto con detalles -anota, a raiz de un menosprecio recibido de su confesor-, porque, seguramente, el P. Sánchez lo ha de leer y verá que estas pequeñeces -que se presentan con relativa frecuencia- me escuecen: por eso, creo que me vienen muy bien".
El Padre dejó de confesarse con él en otoño de 1941, después de que, en una entrevista, el P. Sánchez, de modo brusco y cortante, le dice que olvide la Obra porque la Iglesia nunca la aprobará. El Fundador se extraña y le pregunta si estaría dispuesto a repetir eso mismo delante de un testigo y el Padre se hace acompañar de don Álvaro. El P. Sánchez repite su afirmación y cita algunos números del Código de Derecho Canónico.
Don Álvaro comentaba años después: "al llegar a casa fui a ver el Código y los números no tenían nada que ver". El Padre le hizo ver que ya no podría seguir confesándose con él porque le había perdido la confianza.
Muchos años después, poco antes de que muriera el P. Sánchez, san Josemaría fue a visitarlo al hospital y estuvo un largo rato con él muy cariñoso, hablando de muchos temas. En determinado momento, y sin que el Padre hubiera preguntado nada ni hubiera hecho referencia al incidente, el P. Sánchez dijo: "Josemaría, me obligaron". Y el Padre, sin añadir nada al comentario, siguió hablando de otras cosas.
INÉDITO