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Fallecimiento del Fundador a los 73 años.
Contaba el Padre don Javier en una tertulia en Villa Sacchetti el 19 de junio de 1999, recordando este día, que al llegar a Villa Tevere: "Subimos desde el garage hasta la Villa Vecchia por las escaleras -unos tres tramos-. Yo me adelanté para abrir las puertas, y don Álvaro iba apoyando el brazo del Padre. Cuando llegamos al Cortile Vecchio don Álvaro me dijo: Yo creía que no llegábamos porque el Padre no podía más. En la puerta del Oratorio del Padre san Josemaría volvió a hacer una genuflexión pausada y profunda.
Al llegar al Soggiorno de la Villa Vecchia, llamamos al médico. El Fundador estuvo unos minutos sentado mientras le tomaban el pulso. Luego dijo: Vámonos para arriba, porque no podemos estar aquí perdiendo el tiempo. Tomamos el ascensor. Estábamos con el Padre, don Álvaro, el médico y yo. Don Álvaro se hizo un poco a un lado, en el descansillo del segundo piso, para explicarle a don José Luis Soria -el doctor- lo que había pasado para que pudiera atenderle médicamente. El Padre entró en el cuarto de trabajo de don Álvaro, y cuando yo estaba cerrando la puerta del ascensor me llamó. Me impresionó mucho verle: fue una caída de espaldas y se dio un fuerte golpe con la cabeza en el suelo. Estuvimos intentando reanimarle, luchando, haciendole masajes de corazón".
En ese momento -cuenta otro-, varios de los que estaban atendiéndolo luchando por reanimarle, hicieron a Dios el ofrecimiento de su vida a cambio de la de nuestro Padre.
Y seguía contando el Padre don Javier: "Estuvimos intentando reanimarle hasta que llegó un momento en que dijo don Álvaro: "se ve que Dios se nos ha llevado a nuestro Padre". "Desde el primer momento don Álvaro le dio la absolución y se buscaron los santos óleos. Hacíamos tanta fuerza que decíamos: ¡todavía se siente el pulso!, pero posiblemente ya se había marchado al Cielo".
Se cumplían 31 años del día en que don Álvaro le diera por primera vez la absolución después de ser ordenado sacerdote. Cuando el médico dijo a don Álvaro que el Padre había fallecido, todos se arrodillaron junto a san Josemaría. Don Álvaro, entonces, le quitó la cruz que llevaba el Padre desde muchos años atrás y que tiene una reliquia de la Santa Cruz, y se la puso él diciendo que la llevaría hasta que se eligiera al sucesor.
San Josemaría murió, como quería: "sin dar la lata". Sin embargo, contaba don Pedro C., el Padre tenía todo previsto y pensado por si llegaba a viejo. En alguna meditación, don Álvaro comentó: "hubo un tiempo en el que el Padre pensaba que en 1984 entregaría su alma a Dios. Se ve que tuvo que sufrir tanto, vivió tan de prisa y con tanta fuerza los últimos años de su vida, que el Señor le acortó el tiempo de estar en la tierra" (cn I-84, p. 68).
Luego, en la Carta de VI-75 don Álvaro dice que Dios "adelantó" la muerte del Padre. San Josemaría solía comentar que había "muerto" tres veces: la primera, durante la guerra civil en España, cuando mataron a esa persona delante de su casa, pensando que era él; la segunda el día que se curó de la diabetes, y la tercera.... Este mismo día 26, por la mañana, había llamado a don Giuseppe Molteni y a don Francisco Vives para que fueran a ver a un amigo del Fundador -el doctor Ugo Piazza- para que diera un recado a Paulo VI, concretamente, que le dijera al Papa: "Que todos los días, desde hace años, ofrezco la Santa Misa por la Iglesia y por el Papa. Podéis asegurarle (...) que he ofrecido al Señor mi vida por el Papa, cualquiera que sea". Al terminar de darles este encargo, el Padre llamó a Carmen Ramos y le dio el encargo de hacer llegar el mismo recado a la hija del doctor Piazza para que se lo comunicara al Papa.
En una homilía (16-XI-87 en Inglaterra), don Álvaro contaba: "Me viene a la memoria aquella meditación que dirigió el Padre poco antes de marchar al Cielo. Encarándose con el Señor, repetía incansablemente esta jaculatoria: Domine, ut videam! Y añadía: ¡Señor, que casi ya no veo! ¡Abreme los ojos! Había perdido la vista casi por completo, pero lo llevaba con mucha paciencia y no quería preocuparnos. Aquella vez, en el oratorio del Consejo, se le escapó: no veo a tres metros de distancia, y tengo que atisbar el futuro para pode dirigir a mis hijos".
INÉDITO