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Amor al Papa
Asomado a la terraza de un pequeño apartamento, en el ultimo piso de una casa situada en la Piazza della Città Leonina, a la derecha de la columnata de la Plaza de San Pedro, don Josemaría Escrivá de Balaguer reza intensamente con los ojos fijos en las ventanas de las habitaciones pontificias, en lo alto del Palacio Vaticano.
Varias veces, a lo largo de la noche, don Álvaro del Portillo, José́ Orlandis y Salvador Canals han intentado, en vano, que descanse un rato. El viaje desde Génova, donde se encontraban esa misma mañana, ha sido largo y fatigoso para el Padre. En cuanto a la travesía del Mediterráneo, a bordo de un barco antiguo, del siglo XIX -el J. J. Sister-, ha resultado realmente accidentada. En Madrid, el médico había aconsejado a don Josemaría que no hiciera aquel viaje y, al saber que estaba decidido a realizarlo, había declinado toda responsabilidad.
El Fundador del Opus Dei pasa toda la noche rezando y contemplando alternativamente la cúpula de la basílica de San Pedro, bajo la cual se halla la tumba del primer Papa, y las ventanas tras las cuales habita su sucesor, el vicario de Cristo en la tierra. Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón, había escrito en cierta ocasión, para expresar de alguna manera sus sentimientos. Tantos años de espera y de esperanza de ver a Pedro van a tener ahora su recompensa; además el asunto sobrenatural que lo ha traído a Roma merece que ofrezca a Dios sacrificios adecuados.
A1 divisar por primera vez la cúpula de San Pedro, hace ya algunas horas, el Padre ha invitado a sus acompañantes a rezar un Credo y ha pronunciado, con profunda emoción, las palabras finales del Símbolo de la fe: "Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica...".
FRANÇOIS GONDRAND