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8 mayo 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1940. La Obra crece

La Obra crece

Un día, a orillas del mar, el Fundador vio su esfuerzo apostólico hecho imagen alegórica:
En 1940, en la playa de Valencia —recordaba—, pude ver cómo unos pescadores —recios, robustos— arrastraban la red hasta la arena. Un niño pequeño se había metido entre ellos, y tratando de imitarles, tiraba también de las redes. Era un estorbo: pero observé que la rudeza de aquellos hombres de mar se enternecía, y no apartaban al pequeñín, dejándole en su ilusión de ayudar en el esfuerzo.
Os he contado muchas veces esta anécdota, porque a mí me conmueve pensar que Dios Nuestro Señor nos deja a nosotros también poner la mano en sus obras, y nos mira con ternura, al ver nuestro empeño en colaborar con Él
.
¿Era lógico que aquellos jóvenes estudiantes, algunos de ellos con la carrera terminada, se entregaran a una empresa de la que no veían nada tangible, excepto la figura del Fundador y de quienes le acompañaban? Frecuentemente, de un par de conversaciones en la habitación de un hotel, o dando un paseo por la ciudad o por el campo, brotaba un cambio radical de vida. Era evidente que el Señor prodigaba su gracia a manos llenas. Consciente de ello, y del carácter excepcional de los tiempos, el Padre colocaba, para hacer cabeza y formar a las primeras vocaciones, a personas muy jóvenes y con escasísimo tiempo en la Obra; pero que «mostraban una madurez de criterio y un sentido sobrenatural que entonces quizá no nos llamaba mucho la atención —cuenta uno de ellos—, pero que era algo verdaderamente prodigioso».
El resultado de los viajes apostólicos era un crecimiento en vocaciones y, en consecuencia, la aparición de nuevos problemas. «¿Aumentará mucho la familia? —se preguntaba Isidoro en la primavera de 1940—. Las impresiones de todos los sitios son formidables. Se precisa, pues, insistir y machacar en lo de la casa; es fundamentalísimo para el desarrollo de la labor. ¿Qué se va a hacer con la familia si no se la puede cobijar? No se puede crear ambiente de hogar sin casa».
Llevaba por entonces el Fundador más de tres meses sin apuntar una sola catalina, cuando se le ocurrió coger la pluma a este efecto:
Miércoles, 8 de mayo de 1940: Se han pasado unos meses sin escribir Catalinas. No es extraño, porque llevo una vida de ajetreo que no da tiempo a nada. Pero lo siento. —¿Novedades? Muchas. Es imposible hacer una selección, para anotarlas. Sólo esto, externo: hay una casa en Valencia, en Valladolid, en Barcelona (la casa de Barcelona todavía no está en marcha, porque no se pudo hacer el contrato de alquiler) y —pronto— en Zaragoza.
El mes anterior estaba ya amueblado un piso en Valladolid, al que bautizaron con el nombre de El Rincón. En Valencia se encontró una casa en el número 16 de la calle Samaniego. Se acondicionó durante el verano y en octubre funcionaba como Residencia de estudiantes. No hallaron piso en Zaragoza, pero sí en Barcelona, en la calle Balmes, número 62. Le dieron la noticia al Fundador el primero de julio y ese mismo día escribía desde Ávila a Barcelona, con palabras que, a muy corto plazo, resultarían proféticas:
Jesús me guarde a mis hijos.
¡Ya tenemos casa en Barcelona!: no imagináis la alegría que me produjo esa noticia. Ha sido, sin duda, la bendición de ese Señor Obispo —"¡os bendigo con toda mi alma, y bendigo la casa!", dijo nuestro D. Miguel Díaz Gómara, la última vez que estuve yo ahí—, ha sido esta bendición la causa de que vuestros trabajos para encontrar "el Palau" tuvieran éxito. Se va muy seguro, no apartándose jamás —es nuestro espíritu— de la autoridad eclesiástica ordinaria.
Siento que el Palau, silenciosamente, ha de dar mucha gloria a Dios.
A mitad del otoño de 1940, esto es, poco más de año y medio después de la entrada en Madrid, el Fundador soñaba con la expansión de la Obra. Contaba con tres centros en provincias y otros tres en Madrid: la Residencia de Jenner, un piso para gente profesional en la calle Martínez Campos y la casa de la calle Diego de León, que funcionaría como Centro de Estudios.
[Y en otro momento de esta catalina de 8 de mayo se lee:] [...] Mi gran preocupación es la parte femenina de la Obra.
VÁZQUEZ DE PRADA