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28 mayo 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1934. Ocultarse y desaparecer

Ocultarse y desaparecer

El lunes 28 de mayo, se encontró al llegar a casa con una nota del Obispado, rogándole que se presentase al Sr. Morán. No era precisa mucha imaginación para adivinar lo que venía detrás de la cita. Al día siguiente acudió al Vicariato, y, de vuelta a casa, recogió así la sustancia de la entrevista:
Me recibió el Sr. Vicario muy amablemente. Me hizo sentar (quienes frecuenten el Vicariato saben bien la distinción que este detalle supone) y me dijo: "Dígame Vd. qué es eso de la Academia DYA". Me despaché a mi gusto. El Sr. Morán, con los ojos entornados, escuchaba, asintiendo con movimientos de cabeza. Le dije, en síntesis: 1/ que me daba mucha alegría con esa pregunta. Que, en mis cartas (le escribo con frecuencia), de intento decía cosas, dando pie para que me preguntara. 2/ Hice la historia externa desde el 2 de octubre del 28. 3/ Le hice notar que fuimos a Luchana, sabiendo que allí vivía un gran amigo suyo —del Vicario— porque no teníamos nada que ocultar. 4/ Hablé de mis hijos sacerdotes, alabando a los que él conoce, como debe hacerlo un padre. 5/ Me dijo que no deje de dar los retiros espirituales durante el verano. 6/ Me dijo también que ya tenía licencia para publicar el "Santo Rosario". Y 7/ —aquí viene lo bueno— me pidió (como si no hubiera teólogos y asociaciones ad hoc en Madrid) que le hiciera un plan de estudios religiosos para universitarios.
Al salir del obispado iba bendiciendo a todos los ángeles de la Corte celestial por la oportunidad que se le brindó de despacharse a gusto. Siguiendo el consejo de su confesor había expuesto, tan sólo, la "historia externa" de la Obra. La íntima, la gestación de la criatura espiritual, era asunto privado de su alma. Y, reflexionando consigo mismo, continuó:
Ahora, dos palabras: ¿somos clandestinos? De ninguna manera. ¿Qué se diría de una mujer grávida, que quisiera inscribir en el registro civil y en el parroquial a su hijo nonnato?... ¿qué, si quisiera, si intentara matricularlo como alumno en una Universidad? Señora —le dirían—, espere Vd. Que salga a la luz, que crezca y se desarrolle... Pues, bien: en el seno de la Iglesia Católica, hay un ser nonnato, pero con vida y actividades propias, como un niño en el seno de su madre... Calma: ya llegará la hora de inscribirlo, de pedir las aprobaciones convenientes. Mientras, daré cuenta siempre a la autoridad eclesiástica de todos nuestros trabajos externos —así lo he hecho hasta aquí—, sin apresurar papeleos que vendrán a su hora. Este es el consejo del P. Sánchez y de D. Pedro Poveda, y —añado— del sentido común.
Luego, con mucho sentido común y sobrenatural, comenta:
Que nos ven. Que se dan cuenta. Bueno. Bien. ¿Acaso, habiendo fuego, se pueden evitar el humo, el calor y la luz? Pues tampoco, habiendo Obra, podremos evitar el humo de la calumnia o de la murmuración, ni el calor de nuestros trabajos de apostolado, ni la luz del Amor de Dios manifestada en nuestro ejemplo y en nuestra palabra.
Ya empezaba a tener noción de lo que implicaba el ocultarse y desaparecer; y del alto precio que había de pagar por ese lema divino aplicado a la Obra.
VÁZQUEZ DE PRADA