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Origen del punto 57 de Camino
57 Frecuenta el trato del espíritu santo -el gran desconocido- que es quien te ha de santificar.
No olvides que eres templo de dios. -el paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.
Las notas escritas en el cuaderno vi el martes 22-xi-1932 corresponden a cuatro consideraciones que pasaron a la edición a velógrafo. Las dos últimas corresponden a los dos párrafos de este p/57. En las cuartillas a velógrafo eran todavía dos consideraciones autónomas (cd/44 y 45), que, al preparar cec, el autor refundió, cambiando el orden de los párrafos, que es el que pasó a c. He aquí el texto del cuaderno:
«no olvides que eres templo de dios. El espíritu santo está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.
Frecuenta el trato del espíritu santo -el gran desconocido- que es quien te ha de santificar».
A lo largo del año 1932 asistimos a un fuerte desarrollo de la devoción al espíritu santo en el beato Josemaría, según muestran sus apínt. He aquí dos anotaciones de su preparación a pentecostés, que ese año fue el 15 de mayo:
«estamos dentro de la novena al espíritu santo: ¡dios mío!, ¿cuándo quitarás de mí ese cúmulo de pequeñas vilezas?».
«mientras cerraba el tabernáculo, comenté con este afecto, por estar dentro de la novena al espíritu santo: que el fuego de tu espíritu me llene».
En junio ya tenía un ejemplar del ya citado decenario al espíritu santo de francisca Javiera del valle, que comenzó a leer y a anotar. En septiembre se forja el p/599 que contempla «el viento del espíritu santo» levantando «el polvo sucio y caído». Y, desde los ejesp que hizo en Segovia a principios de octubre de ese año, junto al sepulcro de san juan de la cruz, el tema del espíritu santo se proyecta con fuerza renovada sobre sus consideraciones, como puede verse en el texto citado en com/58 y com/755. De regreso a Madrid, y unos días antes de escribir este p/57, fue a visitar a su director espiritual (practicando, dicho sea de paso, la doctrina que inculca en el presente cap). La conversación debió girar sobre la acción del espíritu santo en el alma, tema que el beato Josemaría, como vemos, tenía especialmente vivo. Hubo una llamarada de luz, ante un consejo sencillo y profundo. Al volver a casa escribió inmediatamente en su cuaderno (nº 864):
«octava de todos los santos - martes - 8-xi-32: esta mañana, aún no hace una hora, mi p. Sánchez me ha descubierto 'otro mediterráneo'. Me ha dicho: 'tenga amistad con el espíritu santo. No hable: óigale'. Y desde Leganitos, haciendo oración, una oración mansa y luminosa, consideré que la vida de infancia, al hacerme sentir que soy hijo de dios, me dio amor al padre; que, antes, fui por maría a Jesús, a quien adoro como amigo, como hermano, como amante suyo que soy... Hasta ahora, sabía que el espíritu santo habitaba en mi alma, para santificarla..., pero no cogí esa verdad de su presencia. Han sido precisas las palabras del p. Sánchez: siento el amor dentro de mí: y quiero tratarle, ser su amigo, su confidente..., facilitarle el trabajo de pulir, de arrancar, de encender... No sabré hacerlo, sin embargo: el me dará fuerzas, el lo hará todo, si yo quiero... ¡que sí quiero! Divino huésped, maestro, luz, guía, amor: que sepa el pobre borrico agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderse, y seguirte y amarte. -propósito: frecuentar, a ser posible sin interrupción, la amistad y trato amoroso y dócil del espíritu santo. Veni sancte spiritus!...».
Toda la vida trinitaria en el alma... La anotación del beato Josemaría es de una claridad meridiana. A raíz de la visita al confesor comienza una intensa relectura del libro de francisca Javiera del valle sobre el espíritu santo. Transcribe en el cuaderno vi frases de la costurera de Carrión y el ejemplar del libro se llena de nuevas anotaciones -marginales e interlineales, a lápiz- de extraordinaria riqueza espiritual, anotaciones que tienen el estilo literario y el clima de entusiasmo desbordante del apunte del cuaderno que acabamos de transcribir.
Esta larga digresión nos ha parecido necesaria porque es en medio de esa lectura y de ese «mediterráneo» donde se forja el punto que comentamos. Éste es el mensaje: no sólo actitud agradecida ante la «acción» del espíritu en el alma, sino «trato» personal con el paráclito, con el «gran desconocido», para que deje de serlo. En 1934 compuso esta oración, que parece la secuencia entre el consejo recibido -«¡óigale!»- y la experiencia sobrenatural -«he oído tu voz»:
«ven, ¡oh santo espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir diciendo: después..., mañana. Nunc coepi! ¡ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.
¡oh, espíritu de verdad y de sabiduría, espíritu de entendimiento y de consejo, espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...».
«el gran desconocido». En este punto y en su original del cuaderno vi aparece por primera vez esta expresión para designar al espíritu santo, que será característica en el lenguaje espiritual del autor. Vid la homilía que tiene ese título. Esa designación tiene su matriz en la escritura y pudo forjarse en la meditación del decenario.
PEDRO RODRÍGUEZ