-
Arranca la labor con las mujeres
De pronto se produce el cambio tan esperado. El 10 de mayo el Padre escribe a Lola anunciándole la llegada a la Obra de nuevas mujeres: Ya te contará Amparito que aumentó la familia. ¡No te digo nada cuando —¡muy pronto!— se tenga la casita...
Y el 21 de junio de 1940 anota escuetamente: La rama femenina —laus Deo!— va marchando. (Con un paso, al parecer, lento y trabajoso, como si el Señor quisiera probar la fe y la tenacidad del Fundador). La tan deseada "casita" no se abrió hasta el otoño. Era un pequeño piso alquilado de la calle de Castelló, que instalaron las mismas chicas que iban por allí, con los pocos enseres que consiguieron de casa de sus padres. Don Josemaría se puso enseguida a dar clases de formación a ese grupo de mujeres jóvenes. Eso duró poco. Duró hasta el 6 de diciembre, porque, como refiere Lola Fisac, «hubo de levantar pronto el piso: la juventud del Padre y la nuestra, suscitaba curiosidad en el vecindario». Punto sobre el que no transigía el sacerdote.
La razón para dejar el piso, según Lola, eran las posibles habladurías de la vecindad. Y, al decir del Padre, que lo supo por doña Dolores, las chicas de San Rafael, en el «piso que tenían, en vez de hablar de apostolado, se dedicaban a hablar de novios». Al menos algunas. Eso ya era otra historia.
Pero lo peor del caso consistía —y esto lo ignoraba Lola— en que venía lloviendo sobre mojado y que el sacerdote, y su Obra, se hallaban expuestos a que les cogiese el grueso del chaparrón, que no había acabado de descargar.
VÁZQUEZ DE PRADA