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7 abril 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1937. Recuerdos de Pedro Casciaro

Recuerdos de Pedro Casciaro

En medio de aquella situación tan inestable de idas y venidas, de dimes y diretes, de escucha ansiosa del último parte de guerra, de sucesivos planes de huida y de búsqueda constante -e infructuosa- de soluciones, procuré seguir el plan de vida cristiana propio de una persona del Opus Dei; y me esforzaba por aprovechar el tiempo, como me había enseñado el Padre. Esto extrañaba bastante a mis familiares.
-¿Para qué estudias -me preguntaban- si no se sabe lo que va a pasar?
Mi lógica era la contraria: precisamente porque no se sabía lo que iba a pasar, pensaba que lo mejor era aprovechar el tiempo y seguir haciendo apostolado. Y como el Padre me había enseñado, las primeras personas de las que debía ocuparme debían ser las de mi propia familia de sangre. Hablé con mi hermano Pepe, que estrenaba su juventud en medio de toda aquella barahunda de tensiones y nerviosismos, y le aconsejé que aprovechara aquel tiempo -que no sabíamos lo que podía durar- tanto desde el punto de vista humano como el espiritual. Le puse por escrito un plan de vida espiritual.
"Un día mi hermano Pedro -recuerda Pepe- me sugirió un plan de vida. Me dejó un Kempis para que hiciera todos los días un rato de meditación; una Biblia en francés, de l'abbé Crampon, para que hiciera la lectura espiritual, y al mismo tiempo para que practicara ese idioma; y me prestó un libro para leer, Le genie du Christianisme de Chateaubriand. Me recomendó además que comenzara unas clases de francés y que tuviera ocupado siempre el tiempo. Empecé a ponerlo en práctica de un modo singular.
Como habían movilizado a todos los hombres jóvenes que trabajaban la finca, hubo que sustituirlos como se pudo y a mí me tocó ocuparme del ganado; y así pasé muchas horas, durante aquellos meses, leyendo a Chateaubriand entre las ovejas, bajo la sombra de los almendros...".
De vez en cuando recibía noticias del Padre, por medio de las cartas que dirigía a todos los que estábamos en la zona valenciana o que me enviaba directamente a mí. El 7 de abril de 1937 me escribió pidiéndome que hiciera todo lo posible por ayudar a José María Hernández de Garnica, por el que estaba muy preocupado: le habían detenido y, tras pasar un tiempo en la cárcel de San Antón de Madrid y en el penal de San Miguel de los Reyes, lo habían enviado a la Cárcel Modelo de Valencia. El Padre me pedía –en clave- que a la salida del Sanatorio (es decir, la cárcel), si era posible, lo llevara a reponerse por esas tierras alicantinas.
Recuerdo perfectamente aquellas cartas. Comenzaba con frecuencia con una broma cariñosa: por ejemplo, dibujaba la "P" inicial de mi nombre de forma artística, con trazos largos y rizados. Nos daba noticias de unos y otros y nos pedía que rezáramos.
PEDRO CASCIARO