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2 abril 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1935. La Academia DYA y su Residencia

La Academia DYA y su Residencia

Aunque poco brillante, la situación de la Residencia va mejorando lentamente. Hasta finales de marzo, los esfuerzos se concentran en la instalación del oratorio. Todo el mundo pone manos a la obra, empezando por el Padre.
El 13 de marzo, don Josemaría solicita al obispo autorización para abrirlo. Dice Misa en ese lugar, por primera vez, el 31, cuarto domingo de Cuaresma. Irradiando felicidad, dirige unas palabras a los asistentes antes de la Comunión.
Unos días más tarde, el 2 de abril, escribe al Vicario general de la diócesis: el domingo pasado se celebró la Santa Misa, en el Oratorio de esta Casa, y se quedó Su Divina Majestad Reservado, dejándonos bien cumplidos los deseos de tantos años (desde 1928).
Es el primer sagrario de un Centro del Opus Dei, eslabón inicial de una larga cadena que recubrirá la tierra entera.
El Padre invita a los estudiantes a acercarse confiadamente al Señor, presente en la Eucaristía, a visitarle con frecuencia en ese sagrario, donde Él les espera desde hace veinte siglos.
Les enseña también a amar la liturgia, cuyo rigor lleva a Dios (...), acerca a Dios; a penetrar en el sentido profundo de los ritos, a entonar correcta-mente el canto gregoriano (un sacerdote amigo suyo les enseña).
Desgraciadamente, los residentes no abundan. En abril, todavía son sólo catorce. Con gran dolor de su corazón, ha tenido que decidir, dos meses antes, dejar el cuarto piso y concentrar en el tercero la Academia y la Residencia. Se lo ha comunicado a los miembros de la Obra en el oratorio, para no desanimarlos. En la vida -les dice-, es preciso esquivar las dificultades y, a veces, retroceder para saltar mejor. Es el momento de reforzar la fe, de rezar más, de crecer por dentro, en espera de que los obstáculos se allanen. La gracia del Señor no te ha de faltar: "inter médium montium pertransibunt aquae!" -¡pasarás a través de los montes!-. ¿Qué importa que de momento hayas de recortar tu actividad si luego, como muelle que fue comprimido, llegarás más lejos que nunca soñaste?
Todos intensifican sus esfuerzos para llevar amigos a la Academia. Ese es, ciertamente, el tema de su oración.
No tardan en acudir los estudiantes, ganados por el ambiente de aquel piso modesto, pero agradable. Colaboran en la instalación, transportan muebles, hacen arreglos... y, en consecuencia, se convierte en su casa. Por eso vuelven y llevan a sus amigos.
A todos se les anima a progresar en la vida interior, de la que el apostolado no es más que una consecuencia. El Padre les recomienda vivamente la lectura de una obra de Dom Chautard, El alma de todo apostolado, que desarrolla este tema, y les incita a rezar, a transformar sus horas de estudio en oración y a acercar sus amigos a Dios.
Algunos encuentran así su vocación a la Obra: otros aprenden a aprovecharse de esta espiritualidad, tan rica en contenido, con arreglo a su generosidad. Porque el apostolado del Opus Dei es amplísimo. ¡Nos interesan todas las almas! repetirá el Fundador con frecuencia. Y también:
No hay alma que no interese a Cristo. Cada una de ellas le ha costado el precio de su Sangre.
En su predicación y en la dirección espiritual se muestra exigente y preciso, sin andarse por las ramas. Sus palabras, llenas de fuerza, se dirigen a todos: a los que tienen vocación matrimonial (en aquella época, tal expresión resulta sorprendente) y a aquellos otros a quienes el Señor les pide algo más. A los primeros les aconseja que se pongan bajo la protección del arcángel Rafael, para que les conduzca a un matrimonio con una mujer buena, y guapa y rica -dice sonriendo-, como la Biblia afirma que lo hizo con el joven Tobías. También algunos de ellos podrán recibir algún día la vocación a la Obra, cuando llegue el momento de poder admitirlos. Porque, teniendo siempre ante sus ojos lo que ha visto el 2 de octubre de 1928, don Josemaría ha comenzado a redactar, en mayo, un escrito en el que explica cuáles serán las líneas generales de la labor apostólica de estos hombres y mujeres casados, llevando en todo la misma vida que los demás ciudadanos, porque eso son, e iluminando con la luz de Cristo la vida profesional, familiar y social; todas las actividades humanas, en suma; todos los ambientes, todos los ámbitos en que los hombres actúan y se reúnen.
FRANÇOIS GONDRAND