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El incipiente archivo de la Obra
Dispuesto a revolver, Santiago topó, sin duda, con algunos escritos espirituales de mucho sabor, de los que da noticia: «entonces fue —nos dice— cuando leí el diario que Josemaría había llevado durante muchos años. Recuerdo los cuadernos de hule negro». Se trataba, claro está, de los Apuntes íntimos del Fundador. Aquel baúl, puesto allí bajo el amparo de la Providencia y la vigilancia amorosa de doña Dolores, contenía una importante porción del espíritu y de la todavía breve historia de la Obra. En Doctor Cárceles comenzó el baúl una larga odisea que duró toda la guerra, incólume a desplazamientos y registros.
(Tres años más tarde, como quien se topa con un viejo conocido, anotaba el Fundador: ¡Madrid!, día 13 de Abril de 1939: a la vuelta de casi tres años, reanudo mis Catalinas en este cuaderno que quedó sin terminar, en julio del 36. Jesús ha querido, de modo poco ordinario, que se conserve nuestro archivo. Y se ha servido de mi madre y de Carmen como instrumentos).
VÁZQUEZ DE PRADA