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Las primeras calumnias
Reverdecía la Academia-Residencia cuando comenzó a llegarle el eco de calumnias y murmuraciones. Un día, el hijo del propietario de Ferraz 50 le contó que alguien dijo a su padre:
— "¿Cómo tienen ustedes alquilados sus pisos a DYA, que es cosa de masones?"
— "¡Hombre! —le replicó el propietario—, no sabía que los masones rezan todos los días el rosario tan devotamente".
(Desde su piso oía el Sr. Bordiú a los residentes rezar juntos el rosario).
Luego se enteró de que una persona, amigo de un estudiante que frecuentaba la Residencia, se negó a visitar la casa, porque había oído decir que "ese Don José María está chiflado". Las calumnias se extendieron rápidamente entre el clero de Madrid. En una anotación del 7 de marzo escribe en los Apuntes: Sigue la racha insidiosa para la O. Es que, unos días antes, se había encontrado con un sacerdote al que apenas conocía, que le paró para preguntarle:
— "¿Cómo va esa obra?"
— "¿Qué obra?", le replicó don Josemaría.
— "Esa academia que tienen ustedes".
— "La academia, donde trabajo, —expliqué— es de un arquitecto, profesor de la Escuela de Arquitectura", le aclaró don Josemaría.
— "¿Y esa masonería blanca?, continuó insistente.
— "Es calumniosa semejante calificación", contestó indignado al preguntón. "Allí no hay nada oculto, nada hay que esconder: no hay secretos, ni secreteos: Un grupo de jóvenes, que estudian mucho y procuran vivir como buenos cristianos..., y que no merecen, por eso, que se les ofenda con insidias.
Se dispararon los chismorreos. Un santo sacerdote que tiene verborrea, refiere don Josemaría en sus Apuntes, se escandalizó de la cruz de palo que había en el oratorio, pues no tenía Crucificado. Chiflados, masones, herejes. Quedaba así plantada, ya desde 1935, la semilla de las calumnias contra la Obra.
VÁZQUEZ DE PRADA