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Los primeros años de Villa Tevere
Como la villa es grande, tiene siete puertas a la calle. Dejan sólo dos de ellas al uso y clausuran las otras. Pero el dinero no les llega ni para que lo Carlo, un carpintero que conocen de Città Leonina, confeccione unas guardas con tablas de cajón. Les hace la mitad. Y, pasado el tiempo, termina su trabajo. Mientras, con periódicos y sacos tapan las junturas y las rendijas, para burlar el frío.
Por entonces, en marzo del 48, Josemaría Escrivá sufre una parálisis facial a frigore; pero sólo se enteran tres personas. Jamás le gustó preocupar a nadie con sus dolencias. Él mismo lo contaría, pasado mucho tiempo:
- Yo también he estado con la cara así, hace veintitantos años. Hay tres testigos de esto, en Roma. Pero no fue una broma del ambiente: fue que no teníamos dinero para la calefacción, y allí había una humedad morrocotuda...
Se han metido en obras de gran calado, para dar cabida a las oficinas y residencia del Consejo General y de la Asesoría Central. Durante muchos años vivirán también ahí los profesores y alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz, que hasta 1974 no se trasladarán a Cavabianca; y las profesoras y alumnas del Colegio Romano de Santa María, que en 1963 se instalarán en Castelgandolfo. Así mismo, numerosos sacerdotes que ultiman en Roma sus doctorados eclesiásticos. Además, la nutrida plantilla de la Administración doméstica, que debe atenderles a todas y a todos. Desde luego, más de trescientas personas.
PILAR URBANO