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Por lo que respecta a los nombramientos eclesiásticos hechos por las autoridades de la República años atrás, fue necesario formalizarlos, ya que carecían de la correspondiente colación canónica. Así sucedió con el nombramiento de don Josemaría como Rector del Real Patronato de Santa Isabel. Dicho nombramiento había sido firmado por el Presidente de la República española en 1934 y reconocido de facto por la autoridad eclesiástica (el Obispo de Madrid-Alcalá y el Arzobispo de Zaragoza, como ya se ha visto). Y ahora que la Santa Sede aceptaba el ejercicio de los derechos de Patronato por parte del nuevo Jefe de Estado español, don Leopoldo se dispuso a formalizar el cargo del Rectorado de Santa Isabel, que, de hecho y con su permiso, había venido ejerciendo don Josemaría desde 1934. Así, pues, el 17 de enero de 1942 sometió al Consejo del Patrimonio Nacional —organismo del que dependía entonces el Patronato de Santa Isabel— una terna de nombres, a fin de que el Jefe del Estado escogiera uno de ellos. Don Leopoldo, con la clara intención de que se concediese el puesto a quien venía desempeñándolo —esto es, a don Josemaría—, encabezó la lista de candidatos con estas palabras: «Propongo en primer lugar al ejemplar sacerdote que hoy ocupa el cargo, y que a mi juicio es sumamente recomendable para el mismo». Con fecha 3 de febrero de 1942, don Josemaría fue nombrado Rector, por segunda vez, en virtud de la revisión de cargos efectuada por las nuevas autoridades civiles; con lo cual se remachaba y confirmaba su incardinación en la diócesis de Madrid.
VÁZQUEZ DE PRADA