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23 febrero 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1975. Despedida de Guatemala

Despedida de Guatemala

Hijos míos, estoy contento de la labor en estas tierras. Hay que seguir trabajando por el mismo camino. Me ha dolido mucho no poder estar con vosotros. ¡Paciencia! Al principio estaba triste; ahora, alegre. Lo he ofrecido todo al Señor por la labor en América Central. En el país vecino estaba muy bien, y vine aquí con la ilusión de hablar con mucha gente. Pero Dios no lo ha permitido. Se lo ofrecemos con alegría.
Eso sí que era una fuerte contradicción. Familias enteras se habían puesto en marcha días antes. Otros se habían gastado sus ahorros para ver y oír al Padre. ¿Quién los consolaría? Lo sorprendente es que, pasada la primera reacción, todos lo tomaron bien y no perdieron su alegría.
El día de su partida, 23 de febrero, se habían congregado en el aeropuerto millares de personas, venidas de Guatemala con la esperanza de escuchar a aquel sacerdote. Al menos, querían despedirle. El Padre se hallaba muy emocionado. En la misma pista de despegue el Cardenal pidió una bendición para la muchedumbre. El Padre no podía negarse; y, antes de subir al avión, saludó y bendijo a la concurrencia.
A los tres días escribía desde Madrid:
Muy querido Señor Cardenal:
acabo de regresar a Europa, y tengo necesidad de escribirle enseguida, porque me pasan muchísimas cosas por la cabeza y por el corazón: veo en todas la mano amabilísima del Señor, aunque a veces cueste entender sus planes.
Estoy contento, ¡contentísimo! Había comenzado este nuevo viaje —como me pidió V. E.—, con el deseo de continuar mi catequesis por tierras americanas, para hablar de Dios con tantas almas, y para aprender a amar y a servir mejor a Nuestro Amo. No he podido cumplir todo lo que me había propuesto, pero renuevo mi continua acción de gracias a la Trinidad Beatísima, pues he gozado al comprobar el abundante trabajo apostólico de mis hijas y de mis hijos en esas naciones; y en Guatemala y en El Salvador, acompañados por el especialísimo cariño de Mario.
Y, en las últimas líneas:
Termino agradeciéndole todas las delicadezas que ha tenido conmigo, y que este pecador no merece. Ya le he perdonado que me hiciera bendecir en el aeropuerto de La Aurora a aquella multitud, que con tanto cariño reza por su Cardenal, aunque pienso que más rezo y más le quiero yo.
VÁZQUEZ DE PRADA