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En la fiesta de Reyes, el Padre se marcha de Pamplona. Poco tiempo más tarde, el 20 de enero, Paco Botella recibe la noticia de su destino militar a Burgos. Pedro Casciaro, de momento, se queda solo; pero el Padre viajará mucho y tiene ocasión de verle con cierta frecuencia. La patrona de la pensión situada en la calle de Pozoblanco adivina, con la intuición de las gentes sencillas, la categoría sacerdotal de don Josemaría. Y esta simpatía acaba redundando en beneficio de Pedro, que pasa a ser un soldado importante en la escala de valores de la dueña de la casa. Tiene el Fundador esta capacidad de acercamiento a gentes de toda condición.
Por ejemplo, nada más concluir la caminata de los Pirineos para cruzar la frontera francesa, hubieron de parar en Les Escaldes de Andorra. Allí entran un momento en el Bar Burgos. Junto al mostrador, una mujer sostiene en brazos a un niño de dos años. A pesar del agotamiento, el Padre sabe tener una palabra afectuosa, coge al niño un momento, le dice un piropo y le regala un azucarillo que le han servido con el café. Mucho tiempo después, un miembro del Opus Dei en una numerosa tertulia, celebrada en Castelldaura, llama la atención del Fundador:
-«Quiero contarle una anécdota. El próximo día 2 de diciembre hará treinta y cinco años que usted estuvo en Andorra con los primeros, en Les Escaldes y concretamente en el Bar Burgos, bar que fundaron mi padre y otro señor. La anécdota consiste en que usted dio un azucarillo a mi hermano (...). Mi hermano, es ahora de la Obra».
El Padre se acuerda perfectamente. Y se alegra por ese hijo suyo al que, sin duda, dedicó una oración en aquel día, ya lejano, lleno de cansancio.
ANA SASTRE