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A comienzos de 1915, su padre pasó algunos meses en Logroño, trabajando en un negocio análogo al que acababa de perder y buscando -y luego acomodando- una casa en la cual instalar a los suyos.
Josemaría había terminado en Barbastro aquel curso escolar, se había examinado en Lérida y había pasado el verano en Fonz, con cierta melancolía. ¿Volverían a pasar allí las vacaciones al año siguiente?...
En septiembre, regresaron a Barbastro y se dispusieron a iniciar los preparativos para el traslado a Logroño.
Un día, muy de mañana, montaron en la diligencia, no sin mirar atrás para contemplar por última vez la ciudad en la que dejaban un trozo de su corazón. Unos cuantos kilómetros más allá rezaron al pasar cerca del Santuario de Nuestra Señora de Pueyo, encaramado en una colina que domina el Somontano oriental.
Acababa de volverse una página en la vida de la familia Escrivá, camino de una provincia desconocida.
FRANÇOIS GONDRAND