-
Él es el Padre. Y una noche de septiembre de 1949, se quedará hasta muy tarde, esperando a un hijo suyo, Jesús Alberto Cagigal, estudiante de Arquitectura, que llega de otro país para permanecer en Roma varios años, ayudando en las construcciones de Villa Tevere. Lo recibe con un par de besos y le manda "a la cama, en cuanto te den algo de cenar, porque vendrás muy cansado". Al día siguiente le invita a dar un paseo por la ciudad, "para que vayas familiarizándote con los edificios y los colores de las fachadas de las casas romanas". En cierto momento, Escrivá le pregunta:
- ¿Te has traído el violín? ¿No...? Pues di que te lo traiga el primero que tenga que venir aquí a algo.
Pasados unos años, entra un día el Padre en la zona que llaman "estudio de arquitectos", en la Villa. Ve que, sobre un armario, hay dos estuches negros de violín.
- ¿Cómo es que tienes dos violines?
Jesús Alberto le explica que otro muchacho de la Obra, aficionado también a la música, le ha traspasado su instrumento:
- Porque él no va a seguir practicando y, como es un violín muy bueno, conviene cuidarlo y afinarlo de vez en cuando...
- ¡Nada, nada... devuélveselo inmediatamente! Es estupendo cultivar las aficiones; pero también hay que vivir la pobreza personal: Un violín, sí. Dos, no.
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.