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8 agosto 2025

San Josemaría hoy: 1931. Otra locución

De ese mismo año 1931, entre otras muchas anotaciones de su diario de vivencias íntimas, merece la pena reproducir íntegro este apunte:
"Ayer, por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a hacer un poco de oración delante del Santísimo Sacramento. No tenía gana. Pero, estuve allí hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves, buen Jesús, que, si estoy aquí es por Ti, por darte gusto. Nada. Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes (perros como él) y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño. Así yo, perro completamente estaba, cuando me di cuenta de que, sin querer, repetía unas palabras latinas, en las que nunca me fijé y que no tenía por qué guardar en la memoria: Aún ahora, para recordarlas, necesitaré leerlas en la cuartilla, que siempre llevo en mi bolsillo para apuntar lo que Dios quiere (En esta cuartilla de que hablo, instintivamente, llevado de la costumbre, anoté, allí mismo en el presbiterio, la frase, sin darle importancia): dicen así las palabras de la escritura que encontré en mis labios: et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti, firmans regnum tuum in aeternum. Apliqué mi inteligencia al sentido de la frase, repitiéndola despacio. Y después, ayer tarde, hoy mismo, cuando he vuelto a leer estas palabras (pues, -repito- como si Dios tuviera empeño en ratificarme que fueron suyas, no las recuerdo de una vez a otra) he comprendido bien que Cristo-Jesús me dio a entender, para consuelo nuestro, que la Obra de Dios estará con Él en todas las partes, afirmando el reinado de Jesucristo para siempre.
Con toda viveza se retrata el claroscuro: El esfuerzo del hombre que intenta buscar a Dios, a pesar de la sequedad esteparia, a pesar de las distracciones, a pesar de la somnolencia de la hora de la siesta... Y el Dios espléndido y magnífico que le inunda con una comunicación inesperada y tanto más sorprendente, cuanto que el propio Josemaría no recordaba haberse fijado nunca antes en ese texto latino de la Escritura, que ahora se le hacía entender, reentender con novedoso sentido, en un genuino ejercicio de inteligencia, de intus-legere, de "leer por dentro"...

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.