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28 agosto 2025

San Josemaría hoy: 1932. José M. Doménech

A José M. Doménech, con todo afecto. Madrid. agosto.932
José Ma Escrivá
El estudiante le había contado en cierta ocasión que conocía y rezaba el Oficio Parvo de la Virgen. Durante los días de prisión, leerá con más devoción que nunca las oraciones tan queridas desde su infancia. Conserva a partir de entonces, como reliquia, este pequeño libro que don Josemaría le hizo llegar, venciendo mil dificultades, hasta aquella celda incomunicada en la cárcel.
No es la primera vez que visita las cárceles, ni será la última. A la hora de la persecución está junto a quien le necesita, sin banderías ni fronteras. Ajeno a las suspicacias desfavorables que pueda acarrearle su actitud. Jamás tiene en cuenta el riesgo personal. En esta ocasión, acude a ver a los estudiantes encarcelados vestido con traje talar. A través de las rejas del locutorio de presos políticos se interesa vivamente por sus necesidades materiales y espirituales. Insiste en que ocupen su tiempo libre en algo útil, que no pierdan la alegría de los que enarbolan la fe del apóstol Pablo: “Omnia in bonum!” Todo es para bien.
Y así, les empuja a convivir leal y sinceramente con todos los presos de signo contrapuesto que ocupan las cárceles en estos momentos.
-«Ahora tenéis ocasión de charlar con ellos, conversando con cada uno, con respeto y cariño».
Mientras tanto, un grupo de chicas visita a otra enferma de 32 años. Es un alma que participa ya del espíritu del Opus Dei; que ofrece a Dios, en esta batalla de amor y de paz, todos los sufrimientos por las intenciones de don Josemaría. A Antonia Sierra no le acompaña familia alguna en el Hospital; se le presentan hemoptisis frecuentes y conoce que no puede vivir mucho tiempo. Recibe con alegría los detalles, los pequeños regalos que le ofrecen fraternalmente aquellas muchachas que llegan hasta su cama. Sabe que los caminos que ella no podrá andar se están abriendo al golpe de pisadas que encuentran su apoyo en el amor y la fe de los enfermos.
Así descubrieron los primeros del Opus Dei las armas con que Dios empieza y termina sus empresas. Y lo vieron, no sólo en el contacto con los pobres, sino también en el ejemplo de su Fundador que apoyaba su fortaleza en la oración y el sacrificio.
«El dolor: ¡aprovéchalo! Aprovecha la inocencia de los niños, el dolor de los enfermos, el candor de las viejitas, y sus suspiros ahogados en la oscuridad de la iglesia... Aprovéchalo todo. Y aprovecha las pequeñas contradicciones que no nos faltan, cuando somos mal entendidos, cuando parece que nos desprecian».

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.