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Lo de economizar en las compras, en Escrivá no es "roñosería" tacaña, sino una forma natural de vivir la virtud de la pobreza. Virtud con mala prensa, y aún con peores explicaderas, que no es la forzosa necesidad de los indigentes y menesterosos, sino la voluntaria generosidad de quienes, poseyendo, saben andar desprendidos.
Uno de esos días, las de la Administración le han desechado a Álvaro dos camisetas, porque estaban ya muy pasadas y zurcidas. Andando por la ciudad de Como, ven que en una tienda con rebajas ofrecen "cuatro camisetas por tres mil liras", sin dudarlo, Escrivá les dice que aprovechen la ocasión.
En cambio, allí mismo, encarga a Javier Echevarría que compre unos dulces para sus hijas. Pero, cuando le ve regresar de la dolcería llevando en la mano un diminuto paquete, bromea, metiéndose con él:
- ¡Pero, Javi, hijo...! ¡No te habrás arruinado! Tus hermanas van a pensar que eres más agarrao que un chotis... La próxima vez procura ser un poco más rumboso.
Sin embargo, salvo en viajes largos por carretera, son muy contadas las ocasiones en que Escrivá y los que le acompañan toman algún refrigerio en un bar, fuera de casa.
Es tan inusual que, cuando sucede, como en este verano de 1972, Javier Echevarría lo anota en sus libretas de apuntes: Una calurosa mañana de agosto, rozando ya el mediodía, después de la marcha por el lungolario de Lecco, ven que al final de la alameda hay un quiosco donde sirven granitta di café, un sabroso refresco de café granizado. Javier Cotelo recuerda que la hermana del Padre -Tía Carmen para todos en la Obra-cuando salían de compras por Roma en los tiempos de pegajoso calor, solía invitar a sus "sobrinos" o a sus "sobrinas" a una granitta di café.
Realmente el calor pega fuerte esa mañana y la caminata les ha hecho sudar. Adivinando la apetencia de todos, el Padre se dirige a Del Portillo.
- Álvaro, ¿nos invitas a una grannita di café..., como excepción?
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.