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10 agosto 2025

San Josemaría hoy: 1957. La lavadora de la vecindad La Resurrección

Ese mismo año Escrivá viaja un par de veces a Alemania, donde los hombres del Opus Dei están "levantando la cruz del suelo", como suele decir para referirse a los inicios. Pero hasta 1957 no trabajarán las mujeres de la Obra, de modo estable, en ese país. Al atardecer de un día de agosto de 1957, acompañado de Álvaro del Portillo y otro sacerdote, el Padre se presenta en Eigelstein, la residencia femenina de estudiantes en Colonia. Llega por sorpresa, sin que le esperen. Y puede ver, a lo vivo, la precariedad material y las enormes dificultades económicas con que sus hijas están abriéndose paso.
Escrivá tiene palabras de cariño y de estímulo para cada una: Käthe Retz, Carmen Mouriz, Marlies Kucking, Tasia Alcalde, Pelancho Gaona, Emilia Llamas... A Marlies le pregunta por sus amigas. A Emilia le habla en italiano, para que no olvide ese idioma; a la vez que ella le cuenta cómo se maneja, chapurreando el alemán, cuando va a hacer la compra. Se interesa por los padres de Käthe. Recomienda a Carmen y a Pelancho que coman y duerman más, "porque estáis muy desmejoradas: y hay que cuidar el cuerpo que es el estuche del alma". Tiene un recuerdo para Burgos, la patria chica de Tasia...Y así transcurren un buen rato. Luego recorre la residencia, fijándose en todo con detalle. En cierto momento pregunta:
- ¿Dónde laváis las sábanas y la ropa: la vuestra y la de las residentes? ¿No tenéis lavadora?
Se produce un silencio embarazoso. Ellas, sin duda, hubiesen preferido que el Padre no advirtiera esa carencia. Como Escrivá insiste en querer saber cómo y dónde hacen la "colada", Tasia le explica:
- Utilizamos una lavadora común...para toda la vecindad.
El Padre no hace ningún comentario. Pasa otra vez a ver el oratorio. Las paredes han sido recubiertas con tela de arpillera, pero ni aún con esa guarnición puede disimular su extrema pobreza. Escrivá indica a del Portillo:
- Álvaro, encárgate de escribir a Roma pidiéndoles que pinten un tríptico bien bonito para el oratorio de estas hijas mías.
Antes de marchar, les deja un par de cajas de bombones suizos.
- ¿A que ya no os acordabais de que existían los bombones?
Son tiempos en los que en Roma las liras se miran con lupa: Los alumnos del Colegio Romano van andando a las universidades para ahorrar el dinero del trolebús o del tranvía. En esas largas caminatas, calzan alpargatas y llevan los zapatos en un paquete, a mano, para ahorrar el desgaste de suelas. Durante el trayecto, uno de ellos va leyendo a los demás el tema académico de ese día: así sacan más rendimiento al tiempo. De una cajetilla de 20 cigarrillos salen hasta 60 porciones. La carne, el vino y el café son artículos de lujo, para ocasiones muy solemnes... Pero el corazón de Escrivá está "atento a las pequeñas y prosaicas necesidades" de sus hijas. Por ello, al día siguiente de su visita, llegan a la residencia de Eigelstein dos empleados de una tienda de electrodomésticos llevando una lavadora, una pequeña centrífuga y un carro metálico para el transporte de ropa. Álvaro del Portillo, en persona, ha hecho la compra... de parte del Padre.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.