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En julio, vuelven a la misma casa que alquilaron el verano pasado, en Civenna.
Una mañana, aunque el día ha amanecido frío y desapacible, con algún chubasco y densos nubarrones, salen hacia Lecco, para hacer la caminata por el lungolario de Isonzo y el lungolario dei Piave.
Echevarría y Cotelo visten camisa y pantalón. Escrivá y Del Portillo llevan sotana. Siempre es así. El Padre anda durante dos horas, dos horas y media. Álvaro camina menos tiempo. Después se sienta en un banco de la alameda y allí les espera.
En algún momento, el Padre va a sentarse junto a Álvaro. Le ve pálido, ojeroso y como aterido de frío.
- Álvaro, tienes mala cara, ¿te pasa algo?
- He pasado mala noche y ahora me encuentro destemplado...Como diría la Abuela "poco católico"...
- ¡Vámonos, vámonos cuanto antes...!
Mientras vuelven hacia el coche, el Padre da indicaciones a Echevarría:
- Javi, en cuanto lleguemos a casa, ¿tú podrías telefonear a Castel d'Urio, para que venga José Luis Pastor a ver a tu hermano? Sin alarmar, dile que venga lo más pronto que pueda.
Ya en carretera, regresando de Lecco a Civenna, "regaña" a Álvaro:
- ¿Cómo no me has dicho nada antes de salir? Sufro, cuando me hacéis cosas así...Yo sé que los has hecho pensando en los demás, y todos te lo agradecemos, pero debías haberme comentado que te encontrabas mal. Y nos hubiéramos quedado en casa, tan a gusto...¡Alvarico, no me lo hagas más!
- Pensaba que sería un malestar momentáneo, porque he estado revuelto por la noche...Pero no se preocupe, Padre, no creo que esto tenga importancia.
Sin embargo, Escrivá no puede despreocuparse así como así. Sabe que Álvaro tiene, como se suele decir, "una mala salud de hierro": le han hecho ya varias operaciones quirúrgicas, y todas de envergadura. Trabaja full time y a tope, con una doble dedicación: en Villa Tevere, para servir a la Obra; y en el Vaticano, para servir a la Iglesia. Su alma tira de su cuerpo. El problema no está en el motor, sino en la carrocería. En cualquier momento puede hacer crac.
En efecto, el malestar de Álvaro va a más: Durante varias semanas se le presentan unas fiebres violentísimas que le hacen sudar a chorros. Empapa las sábanas y el colchón. De día y de noche hay que cambiarle toda la ropa de cama varias veces. El Padre y los dos javieres se turnan cuidando al enfermo. El médico, José Luis Pastor, diagnostica una dolencia seria de riñón y sugiere llevarle a España, para que el doctor Gil Vernet de Barcelona dictamine si hay que intervenir quirúrgicamente.
Cuando Álvaro ya está más restablecido, deciden hacer el viaje, pero, antes, hay que cumplimentar un pequeño trámite: acudir al aeropuerto y vacunarse contra el cólera.
En Italia ha habido un brote epidémico y se requiere el certificado sanitario de vacunación, para poder salir a otro país.
El 1 de septiembre, víspera del viaje, van los cuatro al aeropuerto de Milán. En las dependencias sanitarias hay una larga cola de gente que está allí para lo mismo. Alguien del dispensario médico reconoce a monseñor Escrivá:
- Monsignore... Mil perdones...Acompáñeme, por favor, y pasará inmediatamente, sin necesidad de esperar.
Escrivá se niega:
- No, no, muy agradecido pero yo prefiero guardar mi turno y pasar cuando me toque.
Ante la insistencia del funcionario, Escrivá le explica:
- No quiero quitar el puesto a ninguna de estas personas que, si están aquí, no es por su gusto. Ellos tendrán otras cosas que hacer, y quizás con más urgencia que yo.
Cuando al día siguiente, el avión, en sus evoluciones de despegue y toma de altura, sobrevuela Milán y los alrededores de La Brianza, Escrivá asalta los sagrarios de las torres de iglesias que, desde allá arriba, acierta a divisar...se despide de esas diminutas casitas...bendice a todas esas gentes...Y con ese sabor almendrado que tiene la nostalgia, intuye que quizás no vuelva más. Han sido sus últimas "vacaciones". La vida no va a darle ya ocasión para perderse, como un ucel di bosco, como un pájaro del bosque, libre, por algún lugar escondido de la campiña italiana.
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.