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Agenda

25 julio 2025

San Josemaría hoy: 1974. En Piura

Está programada una gran tertulia en el jardín de Miralba, un Centro de la Obra. El servicio de altavoces multiplicará la voz del Padre por los ángulos del parque. Mil quinientas personas ocupan totalmente el recinto.
Viene, una vez más, a convertir la concurrencia en una reunión íntima, en una familia grande. Así lo dice nada más subir al estrado:
-«Hijos míos, aquí estamos reunidos para hacer un ratito de charla. Veo que sois bastante numerosos, pero es como si estuviéramos diez o doce. Yo sigo hablando, según mi costumbre, al oído de cada uno. Mi conversación es una conversación corriente, la que tiene un hermano con sus hermanos, un padre con sus hijos; una conversación de intimidad, sin pretensiones, pero siempre sacerdotal.
No sé si me podréis escuchar bien, porque tengo un catarro regular. Esta voz está medio afónica. Pero San Pablo, que no está afónico, ha escrito a los de Éfeso: in novitate vitae ambulemos. Y no sólo a los de Éfeso, sino a todos nosotros, nos dice que hemos de caminar con una nueva vida. Para que no haya duda, escribe a los Romanos: induimini Dominum nostrum Iesum Christum, revestíos de Nuestro Señor Jesucristo (...).
La vida del cristiano está hecha de renuncias y de afirmaciones. La vida del cristiano es comenzar y recomenzar». En pleno diálogo, Clarita -una incondicional colaboradora de la Universidad de Piura-, coge el micrófono por su cuenta: -«Padre, soy de Piura...
-¡Nada menos! Yo tengo con Piura una deuda inmensa... La próxima vez que venga a esta tierra amadísima del Perú, si el Señor me da esa gracia, lo primero que haré será ir a Piura.
-Padre, ya me ha quemado mi pregunta (...). Mi pregunta era ésta: ¿cuándo nos va a dar el gusto, la satisfacción, de verlo en Piura para que bendiga la Universidad?
-Hija mía, en Piura estoy desde el primer momento. Amo la Universidad, y a toda la población de Piura. Quiero con predilección al profesorado, a los estudiantes, a los empleados, a todos. Es una obligación mía, porque soy el Gran Canciller».
Suenan fuertes los aplausos entusiastas de la representación universitaria que asiste.
-«Esos aplausos, para el profesorado. Esos aplausos, para el alumnado, que no hace nunca, jamás, una huelga. ¿Por qué vais a holgar? ¿Por qué? No son dos fuerzas opuestas el profesorado y los alumnos. Son fuerzas que tiran en la misma dirección, del mismo carro, con un espíritu de sacrificio maravilloso. De modo que hemos de pensar que, con la bendición de Dios, se acrecentará, se aumentará esa labor: iremos poniendo todas las Facultades».
Una larga historia cargada de oración, de empeño y sacrificio, se oculta en este cruce de preguntas. La creación de una Universidad en la primera ciudad fundada por Pizarro en Perú, responde a un viejo sueño norteño. Urgía una Institución para que la gente joven no tuviera que abandonar los estudios superiores por carecer de medios para un costoso desplazamiento.
El esfuerzo de varios grupos privados, ciudadanos de Piura, quedó definitivamente orientado cuando, en 1967 algunos miembros del Opus Dei se desplazaron para llevar hasta aquellas tierras peruanas un acervo universitario, fraguado en experiencias anteriores. La Universidad quedó inaugurada, con todos los reconocimientos legales, en abril de 1969. El primer edificio fue un pabellón de tres pisos construidos frente a un arenal inmenso, quemado por el sol y roto en su monotonía por algarrobos verdes y leñosos. El Claustro Académico lo formaron profesores de Perú y de diversos países de Europa y América: México, Uruguay, Italia, España, Argentina y Suiza.
Nada más concluirla reunión del día 14, un médico aconseja al Padre que suspenda sus charlas en público. La gripe, que aqueja a miles de limeños, está haciendo presa en él. No tiene más remedio que someterse a tratamiento. Pero aprovecha estos momentos para hablar con algunos de sus hijos, para conocer, a través de ellos, la ciudad y el ámbito en el que desarrollan su vida y su trabajo.
Durante más de diez días, Monseñor Escrivá de Balaguer tendrá que guardar cama siguiendo las prescripciones médicas, desde el 25 de julio al 1 de agosto, atenderá nuevas reuniones de matrimonios y sacerdotes. Otras más con gente joven, en los Clubs Saeta y Altea. Y cuatro en Larboleda, la Casa de Retiros en Chosica, a las que asisten grupos de varios miles de personas.
En las tertulias de Larboleda, a cuarenta kilómetros de Lima, brilla un sol radiante, contrastando con las nubes grises que, en esta época del año, permanecen fijas sobre la capital de Perú. Es la última imagen que el Fundador se llevará de estas tierras: árboles y plantas de todos los colores; el césped de un verde intenso. Una multitud que le escucha, ávida de una palabra que oriente su vida, de un gesto humano que alegre el caminar...
A primera hora del 1 de agosto, el Padre sale en vuelo hacia Ecuador.

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.