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13 julio 2025

San Josemaría hoy: 1915. Desastre económico de su padre

Acogiéndose a disposiciones legales, don José puede quedarse con su patrimonio familiar, pagando a los acreedores sólo con el capital de la empresa. Un religioso llega a aconsejarle en este sentido, asegurándole que el problema moral no existe en su caso. Pero don José no accede. Su patrimonio va a enjugar deudas y créditos sin que nadie quede sin recibir lo estipulado. De la entereza de este hombre no brota un reproche, ni una sola queja para los que han fraguado su derrota. Le duelen el silencio y la crítica que rodean sus decisiones. Pero está decidido a cumplir con lo que le dicta su conciencia.
Josemaría siente rebeldía ante la situación. Se ve humillado al comprobar cómo han de estrechar sus posibilidades, y le hieren los comentarios tontos o malignos de sus compañeros de juegos y de estudios. Años más tarde, aprenderá el designio del Cielo en todo ello y alabará la entereza, la estricta honradez cristiana de su padre. También intuirá que Dios hizo sufrir a los que más quería para que fuese escuela y yunque donde pudiera descubrir la raíz auténtica de la valentía.
Antes del verano, en marzo de 1915, don José se traslada a Logroño en busca de trabajo y de un lugar adecuado para llevar a su mujer y a sus dos hijos. Trabajará como empleado en una tienda de tejidos, cuyo material conoce. Organiza el nuevo curso de su vida sin perder la simpatía, la confianza, y una sonrisa especial que no abandona nunca.
Josemaría cursa el tercer año de Bachillerato en el Colegio de los Escolapios y se examina en Lérida. Es el recorrido anual de los alumnos de Barbastro. Doña Dolores desmonta la casa donde ha puesto tanto amor y alegría. Se llevan cuanto pueden: cuadros, muebles, vajillas, libros, recuerdos de familia y baúles con buena lencería. Carmen presagia una despedida definitiva cuando dice adiós a sus amigas de colegio, para irse a Fonz, en julio de este mismo año. Y en septiembre, montan en una repleta diligencia, camino de Logroño. Barbastro se queda atrás perdido en su perfil de Somontano. Doña Dolores no quiere despedirse por si el cariño al lugar le traiciona en el arranque del último momento. Sólo las pequeñas, que ya no lo son tanto, Adriana y Esperanza, Conchita Camps, Sabina Cortés y Lola Bosch, acuden a dar su abrazo a Carmen.
En casa de los Escrivá, la actividad habitual ha quedado en silencio y apagada. En la calle Argensola se han oído, por última vez, los pasos conocidos. Una nueva etapa de amor, de entrega y de trabajo, les espera.

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.