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10 julio 2025

San Josemaría hoy: 1949. José Ramón Madurga

El 11 de julio de 1949 llega a Roma José Ramón Madurga, un joven miembro del Opus Dei. El Padre le lleva con algún otro a visitar las cuatro Basílicas mayores. Una vez en San Pedro, y recorriendo atajos, por pasillos y salas de pasos perdidos que parece conocer de antes, llegan hasta el salón del trono y el balcón de las bendiciones. Escrivá hace comentarios cariñosos del Papa, que entonces es Pío XII. En cierto momento, se acerca al trono pontificio. Señala un punto del brazo derecho del egregio sillón: "aquí apoya la mano el Papa", dice en voz baja. Después, se inclina y deja allí mismo un beso.
Ese amor al Papa no es un entelequia disecada y sin sangre, ni un blando fervorín sentimental: es una pulsión de fe. Pulsión de fe porque, traspasando las fragilidades y las carencias humanas de cada Pontífice, Escrivá sólo quiere ver en él a "Cristo en la tierra". En este sentido llega a hablar incluso de "pasión": "El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros una hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo". El Papa es, pues, para Escrivá la metáfora de Dios.
Y así, con palabras calientes de pasión, anima una vez y otra a los que viven con él y a los que van a visitarle: "Nuestro más grande amor, nuestra mayor estima, nuestra más honda veneración, nuestra obediencia más rendida, nuestro mayor afecto ha de ser también para el Vice-Dios en la tierra, para el Papa (...). Estad muy cerca del Pontífice Romano: seguid al día sus enseñanzas, meditadlas en vuestra oración, defendedlas con vuestra palabra y con vuestra pluma" (7). Esto lo dice y lo escribe en 1965, cuando con más virulencia se cuestiona en los ambientes eclesiásticos la autoridad doctrinal de Pablo VI.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.