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VÁZQUEZ DE PRADA, Los caminos divinos de la tierra
El proyecto del Fundador estaba muy claro en su mente desde los comienzos, cuando en 1950 explicaba la envergadura espiritual del Colegio Romano de la Santa Cruz y lo que supondría para el desarrollo de la Obra.
Así pues, en los planes que se había trazado el Fundador, el Colegio Romano, al menos por unos años, hasta que las Regiones estuvieran desarrolladas, sería el instrumento eficacísimo para enviar instrumentos a todas las Regiones. Pero esa máquina de forjar laicos y sacerdotes era todo un sabio engranaje de elementos sobrenaturales, humanos y económicos: la gracia de Dios, que es lo fundamental y decisivo; luego el esfuerzo y trabajo del hombre; y, en tercer término, los medios materiales indispensables. Como advertía el Padre a los Consiliarios de las nuevas Regiones, que le pedían gente y, en especial, sacerdotes, era preciso no caer en un círculo vicioso. Si querían gente formada que les ayudase en la labor apostólica tendrían que pasar antes por Roma algunos de esos países, en condiciones de prepararse para recibir las órdenes sagradas. Pero, no bastaba que le enviasen gente a Roma si no corrían también con los gastos que ocasionaba su formación, alojamiento y estudios. El Fundador terminó fijando un sistema de becas y aplicando el principio del do ut des. Y se expresaba con claridad:
Si todos me hicieran como Chile —escribe al Consiliario— no sé qué pasaría. Después querréis sacerdotes, y, si no ha habido becas, no habrá sacerdotes para Chile.
ANA SASTRE, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.
1974. El Padre sigue en Chile
Desde que llega a la casa tiene deseos de hablar con los chicos de Alameda, una Residencia universitaria cercana. Quiere impulsarles a ser mejores, a emplearse a fondo en la bella y ardua tarea de formarse como hombres cristianos. Recuerda muy bien aquellos comienzos de la Obra, con las Residencias de Ferraz, Jenner, Samaniego... Y su dedicación permanente a la juventud. Podrá verles al día siguiente de su llegada, el 29 de junio.
-«Padre: yo no soy miembro del Opus Dei, pero ¿cómo podría llegar a serlo?
-¡Oye...!, ¿cuántos años tienes? -Quince, Padre.
-A tu edad, tampoco yo era miembro del Opus Dei, ni sabía lo que era el Opus Dei... ¡ni existía el Opus Dei!» Y le sigue explicando:
«Yo tenía las mismas inquietudes tuyas. A tu edad, más o menos, cuando las pasiones empiezan a removerse y le tiran a uno de la ropa, por aquí, por allá y por el otro lado, y la vista se va, ¡barrunté el Amor! No me pongo colorado para decírtelo: éstos no se enteran.
Estamos tú y yo solos. Yo tenía tu edad, cuando barrunté el Amor; y di un cambiazo, con la gracia del Señor. No es que antes fuera malo. ¿Quién sabe si no estás barruntando tú el Amor?
El Opus Dei es un camino de amor. En el Opus Dei se puede andar por todos los caminos de la tierra haciéndolos divinos, sin dejar de ser muy humanos, porque Dios Nuestro Señor no nos pide cosas deshumanas. Si te estoy hablando con este cariño de hermano mayor y de Padre, es porque soy hombre lo mismo que tú. Y cuando hablo con mi Señor -con Dios- (...), le digo que le quiero, porque es verdad. Con este corazón, que hubiera podido poner en el cariño de una mujer; con este corazón, con el que he querido a mi madre y a mi padre, te estoy respondiendo a ti y trato con Dios.
Yo creo que barruntas algo. ¡Déjate llevar por la gracia! ¡Deja a tu corazón que vuele! (...).
Hazte tu pequeña novela: una novela de sacrificios y de heroísmos. Con la gracia de Dios, te quedarás corto».
Allá atrás se oye un nuevo interrogante:
-«¿Cómo hacer más viva y apasionante nuestra vida espiritual, y cómo contagiar a los demás, a los que nos rodean?».
-«Si tú eres piadoso, no seas beato: sé normal, corriente, agradable, simpático... No te vas a poner a hacer piruetas por ahí; pero si eres deportista, sé buen deportista; si eres estudiante, pórtate con gracia; si alguna vez organizas una barrabasada, que tenga también un poco de salero... ».