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29 mayo 2025

San Josemaría hoy: 1933. Ricardo Fernández Vallespín

Ricardo no se siente inclinado a militar en ninguna de las asociaciones políticas. Tiene el empeño de concluir cuanto antes sus estudios y, mientras, para ayudar a la familia, da clases de materias relativas a los dos últimos años de la carrera particularmente difíciles. Es uno de los más brillantes alumnos de la Escuela Superior.
El 14 de mayo de 1933, se encuentra junto a Pepe Romeo. Cuando está desarrollando la lección en un pequeño encerado, se abre la puerta y entra don Josemaría. Interrumpe momentáneamente su trabajo y le presentan a este sacerdote, que es amigo de la familia Romeo. Inmediatamente se siente atraído por su cordialidad y buen humor. En un pequeño diario, donde anota los acontecimientos más importantes de cada jornada, va a dejar escrito:
«Hoy he conocido a un sacerdote, joven y entusiasta, que no sé por qué pienso que va a tener una influencia grande en mi vida».
Por eso, cuando le cita para una entrevista amistosa en su casa, acude a ella el 29 de mayo, quince días más tarde, como quien va a intercambiar impresiones con un antiguo conocido. Sin embargo, Ricardo saldrá cambiado de esta reunión.
Actualmente, la familia Escrivá de Balaguer vive en una casa de la calle Martínez Campos, número 4. Don Josemaría le recibe y le habla de vida interior. Le anima a ser mejor, a acercarse al amor de Cristo. Luego, coge un libro y escribe en la primera página:
+ Madrid 29-V-33
Que busques a Cristo Que encuentres a Cristo Que ames a Cristo.
Se trata de la «Historia de la Sagrada Pasión» del Padre Luis de la Palma. Treinta años más tarde, don Ricardo Fernández Vallespín -sacerdote desde 1949- regresará de trabajar por el Opus Dei en América del Sur. Hace tiempo que ha dado por perdido aquel pequeño libro. Y cuando pasea su mirada por los ejemplares de una biblioteca en casa de sus hermanas, ve el título de la «Historia de la Sagrada Pasión». Lo coge y, al abrirlo, observa su nombre escrito en la contraportada; pasa la hoja y allí está, en la primera página, la dedicatoria de don Josemaría. Lo recibe como un nuevo regalo y así se lo escribe al Fundador, que no tarda en contestarle, lleno de cariño:
«También a mí me conmovió aquella dedicatoria, que nos lleva a tiempos tan lejanos: ¡cuánto ha bendecido el Señor su Obra! (...). Reza por mí, y haz rezar por mí».

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.