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2 mayo 2025

San Josemaría hoy: 1935. Romería a Sonsoles

1935. Romería a Sonsoles
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.

El año anterior Ricardo F. Vallespín había sufrido un ataque de reumatismo. Tan agudo que, si se prolongaba, no podría presentarse a examen en la Escuela de Arquitectura. En vista de lo cual, llevado de su amor a la Virgen, hizo una promesa pidiendo su pronto restablecimiento. Pasó el examen. Pero, cuando se lo contó a don Josemaría, pertenecía ya a la Obra y el Fundador le dispensó de su cumplimiento, ya que la promesa requería desplazarse de Madrid a Ávila andando. Y ahora, cuando se acercaba el final de curso y contaba en Ferraz con un buen plantel de gente joven, del que esperaba vocaciones y residentes para el próximo año, don Josemaría hizo suya la idea de Ricardo. Quería agradecer a Nuestra Señora, de una manera especial, los favores que de ella habían recibido ese curso. Iría acompañado de Ricardo y de José María G. Barredo a Sonsoles el dos de mayo.
Decidida la marcha a Sonsoles, quise celebrar la Santa Misa en DYA antes de emprender el camino de Ávila. En la Misa, al hacer el memento, con empeño muy particular —más que mío— pedí a nuestro Jesús que aumentara en nosotros —en la Obra— el Amor a María, y que este Amor se tradujese en hechos. Ya en el tren, sin querer, anduve pensando en lo mismo: la Señora está contenta, sin duda, del cariño nuestro, cristalizado en costumbres virilmente marianas: su imagen, siempre con los nuestros; el saludo filial, al entrar y salir del cuarto; los pobres de la Virgen; la colecta de los sábados; omnes... ad Jesum per Mariam; Cristo, María, el Papa... Pero, en el mes de mayo, hacía falta algo más. Entonces, entreví la "Romería de Mayo", como costumbre que se ha de implantar —que se ha implantado— en la Obra.
Sin entrar en el recinto amurallado, se encaminaron directamente hacia la ermita. Desde lejos veían el santuario en lo alto de la ladera. Rezaron un rosario a la subida; otro, dentro, ante la imagen de la Virgen, en medio de ex-votos y ofrendas; y la tercera parte, de vuelta a la estación de Ávila. De las incidencias de la romería sacó tema el sacerdote para hacer a los suyos consideraciones sobre la perseverancia:
Desde Ávila —cuenta—, veníamos contemplando el Santuario, y —es natural—, al llegar a la falda del monte desapareció de nuestra vista la Casa de María. Comentamos: así hace Dios con nosotros muchas veces. Nos muestra claro el fin, y nos le da a contemplar, para afirmarnos en el camino de su amabilísima Voluntad. Y, cuando ya estamos cerca de Él, nos deja en tinieblas, abandonándonos aparentemente. Es la hora de la tentación: dudas, luchas, oscuridad, cansancio, deseos de tumbarse a lo largo... Pero, no: adelante. La hora de la tentación es también la hora de la Fe y del abandono filial en el Padre-Dios. ¡Fuera dudas, vacilaciones e indecisiones! He visto el camino, lo emprendí y lo sigo. Cuesta arriba, ¡hala, hala!, ahogándome por el esfuerzo: pero sin detenerme a recoger las flores, que, a derecha e izquierda, me brindan un momento de descanso y el encanto de su aroma y de su color... y de su posesión: sé muy bien, por experiencias amargas, que es cosa de un instante tomarlas y agostarse: y no hay, en ellas para mí, ni colores, ni aromas, ni paz.
En recuerdo de esa romería, don Josemaría guardaba en una pequeña arqueta un puñado de espigas como símbolo y esperanza de la fecundidad apostólica en el mes de mayo.


Solemne Dedicación de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz en Villa Tevere en 1986
ANÓNIMO, Algunas fechas de la vida de san Josemaría
Solemne Dedicación de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz en Villa Tevere, hecha por don Alvaro. Juan Pablo II, mediante la Constitución Apostólica Ut Sit, del 28-XI-1982, erigió el oratorio de Santa María de la Paz en iglesia prelaticia de la Prelatura Opus Dei. La solemne dedicación no se hizo hasta que se concluyeron los trabajos de construcción de la capilla del Santísimo. El acta de la dedicación de la iglesia, firmada por don Alvaro, dice, entre otras cosas: "Mientras realizaba (la dedicación), rogué a Dios con fervor que esta iglesia, adjudicada a mí y a mis sucesores por Juan Pablo II, porque en su cripta está sepultado nuestro queridísimo Padre y Fundador, sea siempre el centro hacia el que convergen los corazones de mis hijas e hijos...".
NP había previsto que, cuando llegase la solución jurídica definitiva, el Prelado del Opus Dei necesitaría tener una iglesia propia -conforme al derecho canónico-, y mandó construir la ermita de la Santa Cruz en Cavabianca con ese fin: "Si Dios quiere, puede ser muy importante en la historia de la Obra", dijo nP refiriéndose a la ermita. Sin embargo, el Padre, de acuerdo con el Papa, quiso que la iglesia prelaticia fuera Santa María de la Paz, por encontrarse en la cripta enterrado nuestro Padre.