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Compone san Josemaría la oración al Espíritu Santo por estos días de 1934
Compone san Josemaría la oración al Espíritu Santo: "Ven, ¡oh Santo Espíritu! ¡ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después..., mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y de Sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...". En alguna charla comentaba don Joaquín que nP solía darla a los muchachos de San Rafael para que la rezaran.
1939. Renuncia, de momento, al apostolado con las mujeres
Don Josemaría, como va dicho, confiaba la dirección espiritual de esas mujeres a algunos sacerdotes del grupo que le seguía, aunque nunca llegaron éstos a captar el espíritu de entrega a Dios en medio del mundo. Por fuerza de las circunstancias —tres años de aislamiento durante la guerra civil—, en sus almas se había operado un fuerte cambio de orientación, en lo concerniente a la vida interior. En aquel azaroso período se interrumpió la formación que habían recibido por parte del Fundador, siendo sustituido el vacío por una espiritualidad muy alejada del carácter secular propio de la Obra. En realidad el fallo, como indica el Fundador, había de achacarse a los sacerdotes encargados de atender a esas vocaciones de mujeres: de tal modo —escribe— que tuve que prescindir de ellas en 1939, por el bien de la Obra y de sus propias almas. Fue, para ser preciso, el 28 de abril cuando comunicó a una de ellas, a Ramona Sánchez, sus proyectos de prescindir inexorablemente de todas las chicas; y de que debían seguir otro camino, religiosas o el matrimonio, encargándole que lo dijese de su parte a las otras. Después —cuando ya habían dejado la Obra— ayudó a algunas, a las que quisieron, a entrar en Congregaciones religiosas. Así, don Josemaría se determinó a empezar ex novo.
La consecuencia de aquella renovación fue que una de las dos vertientes de la Obra, la de las mujeres, quedó en blanco, salvo una excepción: Lola Fisac. Lola había pedido la admisión en mayo de 1937, cuando el Fundador estaba refugiado en el Consulado de Honduras.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.