Página inicio

-

Agenda

25 abril 2025

San Josemaría hoy: 1943. El sagrario del Palau

El domingo 25 de abril, Pascua de Resurrección, tuvimos una nueva visita de Álvaro. Nos traía unos regalos del Abad Coadjutor de Montserrat. De acuerdo con la festividad del día y con las tradiciones catalanas, tomamos para merendar con Álvaro una mona de Pascua, mientras nos contaba las novedades más recientes sobre el Padre y la labor en Madrid.
Durante la semana de Pascua, los preparativos del oratorio se aceleraron. Instalado el altar, colocamos ya un dosel bajo el techo para cubrirlo, según las indicaciones litúrgicas de entonces al haber vecinos en el piso superior. Se dispusieron los candeleros, los manteles, la cruz de altar y otros objetos de culto, y se colocó de nuevo en la pared la cruz de palo que dos años y medio antes se había retirado para sustituirla por otra minúscula. Quedó también ultimada la instalación eléctrica. El sagrario, de madera, llegó el 3 de mayo, entonces fiesta de la Invención de la Santa Cruz. La cruz de palo se adornó ese día con una guirnalda de claveles rojos. En ese mes, se intensificó el estudio en la biblioteca ante la proximidad de los exámenes y creció la asistencia a los círculos y otras actividades de formación. Rafael Escolá dio los últimos toques de pintura al frontal del altar. El Padre Torrent vino a conocer el Palau y el oratorio y a charlar con algunos, para contar sus impresiones al Padre, a quien iba a visitar en Madrid.
Una carta del Padre, recibida el 11, confirmaba sus grandes deseos de venir antes de terminar el mes, para dejar al Señor en el sagrario.
Llegó así por fin el 25 de mayo
Francisco Ponz, Mi encuentro con el Fundador del Opus Dei.



SAN_ABR_26
1934. Comienzan las calumnias
Corrían por Madrid noticias turbias y deformadas sobre lo que se hacía en la Academia. Lo descubrió el sacerdote al renovar un día de mayo sus licencias ministeriales. Había ido a ver al Sr. Morán, quien, muy amablemente, llamó por teléfono interior a las oficinas del Obispado y dio las órdenes oportunas para que le atendiesen. Al acercarse a la ventanilla del despacho oyó don Josemaría que uno de la curia decía a otro de los oficinistas: — Este es el que tiene una secta apostólica. Con mucha calma, se aproximó a la ventanilla y dijo al hablador:
— Oiga, ¿no se enfadará usted, si le digo una cosa?
El otro se quedó mirándole, un tanto desconcertado; y don Josemaría le replicó sonriente:
— ¿De verdad que no se va a enfadar?
— No, ¿por qué?
— Pues mire: ni secta, ni apostólica.
Y el de la ventanilla:
— ¿Qué sabe si me refería a usted?
— Sin duda, que lo sé.
— Pues el que se pica ajos come, repitió descaradamente el de la ventanilla.
Entonces, siempre sonriente y amistoso, le dije que todo lo que hago lo sabe muy bien el Sr. Vicario. Y el buen G. C. me contó (se le escapó, porque estaba desconcertado) que habían llevado acusaciones contra mí por la Obra varias veces. Y habló de una carta... y unas invenciones burlescas sobre la calavera y la Cruz de la Dirección.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.