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20 abril 2025

San Josemaría hoy: 1939. Lola Fisac

El 20 de abril tuvo Lola una detenida conversación con el Fundador. Cuando acabó de referir los pormenores de su vida, el Padre, sentado en su escritorio y armado de papel y pluma, fue trazándole un plan de vida. Encabezó una cuartilla con la invocación: Sancta Maria, Spes nostra, Ancilla Domini, ora pro nobis!, y empezó anotando lo referente a la oración: media hora, a hora fija, por la mañana. Siguió luego por la presencia de Dios, dedicando cada día de la semana a una devoción. A continuación: la lectura espiritual, con la Historia de un alma de santa Teresita. Añadió además el rosario y los exámenes diarios: el general sobre las obligaciones con Dios y con el prójimo; y el particular, para vivir mejor la presencia de Dios, y acabar a conciencia el trabajo emprendido. Finalmente: hacer siempre comuniones espirituales y actos de amor y desagravio.
Estas instrucciones por escrito las cerró don Josemaría con una breve recomendación: Vive la Comunión de los Santos; y con un consejo: que no dejase de escribirle a Madrid cada ocho o diez días. Ese año de 1939 Lola fue a Madrid en varias ocasiones. La primera, el 22 de mayo, cuando pasó unos días con unas parientes que vivían en la calle de Santa Isabel, frente por frente del Patronato. Durante esa estancia charló de nuevo y se confesó con don Josemaría y comenzó a intimar con Carmen y doña Dolores.
Eran de esperar, lógicamente, las primeras dificultades de aquella mujer, aislada en el pueblo:
Jesús te guarde, le escribía don Josemaría
Quédate tranquila: vas bien.
¡Sobre la nada edifica siempre el Señor! Todos los instrumentos le hacen falta: desde el serrucho del carpintero a las pinzas del cirujano. ¡Qué más da! La gracia está en dejarse emplear.
Frío o fervor: lo interesante es que la voluntad quiera: es —debe ser— para ti indiferente el fervor o el frío.
Te bendigo
Mariano.
Cuando de nuevo volvió a Madrid, en la segunda mitad de septiembre, don Josemaría se había trasladado ya de Santa Isabel a la Residencia de Jenner. Lola sintió entonces la alegría, y la tranquilidad de espíritu, de ver algo en marcha, de palpar algo tangible. Una realidad, en fin, que no estaba hecha de promesas evanescentes.
Cuando estuvo por tercera vez en Madrid, poco antes de la Navidad del 1939, se quedó a vivir con doña Dolores en el piso de Jenner. Días inolvidables y gratos, sin más acontecimientos que el trajín del piso, las faenas de servicio doméstico y la compañía de la Abuela.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.