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El 25 de marzo de 1958, cuando algunos eclesiásticos no acaban de comprender esa libertad de los miembros de la Obra en sus trabajos profesionales y en sus ocupaciones civiles, Escrivá de Balaguer escribe sobre este asunto, a Aurelio M. Escarré, abad de Montserrat:
"Me ha divertido de veras el último párrafo de su carta, porque yo también critico a mis hijos en público, cuando en sus libérrimas actuaciones personales públicas pienso que lo merecen aunque, en otras muchas actividades de ese mismo ambiente merezcan alabanzas, que tampoco debemos escasear". Sigue diciéndole que en el Opus Dei "esa libertad personal es bien conocida y vivida por todos, y trae como consecuencia una responsabilidad también personal y exclusiva, lo mismo en los éxitos que en los fracasos (...) Así -lógicamente- la Obra, por una parte, nunca se puede hacer solidaria de las actividades profesionales, sociales, etc., de sus miembros; y, por otra, jamás puede acortar esa libertad personal de sus hijos, mientras sientan y actúen dentro del ámbito consentido por la fe y la moral de la Iglesia. Sé de sobra que Vuestra Reverencia no dejará de aclarar estas ideas, cuando lo juzgue conveniente. Y sé también que lo agradecerán y lo entenderán, porque lo entienden -en todo el mundo- todas las personas honestas que son capaces de respetar la libertad de los demás". Y, dicho esto con diafanidad meridiana, sin agregar más se despide:
"Que V.R. y esa Venerable Comunidad no se olviden de rezar por nuestro Opus Dei y por este pecador, que le abraza cariñosamente y queda suyo siempre affmo. in Domino. Josemaría Escrivá de B.".
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.