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17 marzo 2025

San Josemaría hoy: 1928. Sus enfermos

Entre los centenares de enfermos que tuvo que atender en sus años de capellanía en el Patronato, nunca le faltó al sacerdote, a través de su ministerio, la eficacia infalible de la gracia. «No recuerdo un sólo caso —asegura Asunción Muñoz— en el que fracasáramos en nuestro intento». Afirmación tan absoluta, tan sin excepciones, no resulta fácil de creer. Con todo, el capellán no la mitiga, la da por buena y valedera, asegurando que, en sus visitas a los enfermos en la época del Patronato, por la gracia de Dios, siempre había conseguido confesar a todos antes de su muerte.
Normalmente, se proveía al capellán de una "hoja" con la fecha, nombre y domicilio de los enfermos. Y, como puede comprobarse por las hojas que se han conservado, el sacerdote, que siempre andaba corto de tiempo, estudiaba la lista y la reordenaba, estableciendo un plan de recorrido eficaz y aprovechado. Esas listas, que solían componerse de cinco o seis enfermos, suponían caminatas de varios kilómetros por lugares inhóspitos, chapoteando en el barro en el invierno, con nubes de polvo en el verano, pisando inmundicias y montones de basura. Muchos de esos recorridos comenzaban en el centro de la capital y se perdían en los arrabales, entre hileras desiguales de chabolas, sin orden ni concierto. Hojas hay en que aparece el domicilio del enfermo, pero sin el nombre de éste. Casos hay en que las señas no son completas. Y otros en que parece que se ha elaborado aposta una ruta a salto de caballo por el ajedrez de las calles madrileñas
Algunas de las listas son increíbles. La del 17 de marzo de 1928, dedicada a confesiones de enfermos, recoge 13 nombres. Lo asombroso son las distancias. Las direcciones van del centro de Madrid (barrio de Embajadores) hasta el barrio de Delicias en el sur, pasando luego por la Ribera de Curtidores y volviendo a Francos Rodríguez, ya en el barrio de Tetuán de las Victorias, al norte de Madrid. No eran raros los recorridos de más de 10 kilómetros.
Casos hay, por ejemplo, la hoja del 4-VII-1928, que no da el nombre del enfermo nº 6, pero sí dónde habrá que hallarle: «Zarzal 10, carretera de Chamartín, poco antes de llegar, mano derecha, donde hay un depósito de gasolina». Debió de costarle dar con las señas, porque el sacerdote añade de su puño y letra: Antes hay una pescadería. Es probable que conservase las hojas para facilitar ulteriores visitas, por el carácter de las anotaciones o tachaduras posteriores de nombres y direcciones.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. I). Rialp, Madrid, 1998, 3ª ed.