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3 diciembre 2025

SAN JOSEMARÍA HOY: 1955. Llega a Viena desde Bonn

El viaje de Bonn a Viena será costoso. La niebla es muy espesa y no tienen más solución que pegarse, materialmente, a un coche que conoce mejor la carretera. La capital del antiguo imperio austro-húngaro les recibe con el esplendor de su ambiente serio y elegante.
Hoy, el Padre camina hacia la Catedral de San Esteban. Nada más entrar, a la derecha, hay una imagen de la Virgen María Pótsch.
Ante este icono pintado por Stephan Papp, a cuyos pies el pueblo deja, cada día, flores y cirios encendidos, se arrodilla este 3 de diciembre de 1955. Austria es la puerta de Europa. Hacia el Oriente europeo y más lejos aún, partirán sus hijas e hijos un día no lejano, camino de esas tierras por donde inicia el sol su amanecer. Ellos llevarán la luz dentro del alma. Es relato evangélico que, cuando Cristo vino al mundo, tres personajes importantes, Magos de Oriente, llegaron para adorar al nacido Rey de los judíos. Hoy es Cristo quien ha de caminar en los corazones de sus hermanos los hombres, para devolver su visita a las tierras de Oriente. Ante esta Virgen, el Fundador reza por primera vez una invocación: Sancta Maria, Stella Orientis, filios tuos adiuva! Anotará la frase en su agenda después de celebrar la Santa Misa, al día siguiente, en la Catedral.
Dentro de muy poco tiempo estas palabras se repetirán en muy diversos lugares del mundo; es una súplica afectuosa para que la Señora abra los caminos de la Obra de uno a otro extremo de la tierra.
Años después dirá a un alumno del Colegio Romano, de nacionalidad austriaca:
«Seréis mis hijos austríacos los que deis un buen empujón, desde vuestra tierra, a toda la labor en la Europa Oriental; y, desde otro lado, lo harán mis hijos de Asia, especialmente mis filipinos... A ver si os dais un buen abrazo».
Está soñando hoy el Fundador del Opus Dei. Pero no en empeños inalcanzables. Porque quien abre los caminos es Dios y es su largueza quien da la medida para la andadura de sus hijos. Por eso, porque conoce la magnanimidad del Cielo, les sigue repitiendo: «¡soñad... y os quedaréis cortos!».
ANA SASTRE