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Antes de terminar el año, un antiguo alumno del Colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid se incorporó al Opus Dei: Fernando Valenciano. Se trataba de un chico de dieciséis años, el segundo de una familia compuesta por seis hermanos, que quería ser ingeniero, como su padre. En aquellos días ya estaba preparando las pruebas de ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid. Un amigo, Fernando Hipóla, becario del colegio mayor de Burjasot, le había hablado de Escrivá; y otro amigo, Francisco Roca, estudiante de Ingeniería Industrial, le llevó a conocer la residencia de Jenner. Desde el inicio de curso, a mediados de octubre, Valenciano había asistido a una clase de formación semanal y a la meditación de los sábados. Años después, ha recordado que la gente de la residencia se caracterizaba por su cariño y simpatía, y además «se palpaba una cosa sobrenatural». Al ser preguntado más de setenta y cinco años después sobre su petición de admisión y lo que supuso para él dar ese paso, ha contestado lo siguiente:
Pedí la admisión en el Opus Dei a las 5 de la tarde del 23 de diciembre de 1939, al terminar un retiro espiritual. Le dije a san Josemaría, al que había conocido dos meses antes, que quería ser de la Obra. Durante ese periodo, me habían explicado qué significaba ser miembro del Opus Dei [...] una entrega total y definitiva de Dios de la propia vida.