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20 diciembre 2025

SAN JOSEMARÍA HOY: 1938. El Amor... ¡bien vale un amor!

171. El Amor... ¡bien vale un amor!
Con este texto se cierra el cap «Corazón» y queda plenamente sintetizado su sentido: el corazón está hecho para amar. El drama de la existencia humana es dónde está la fuente del amor y dónde se pone el amor...
El texto aparece perfectamente anotado, con letra caligráfica, en el cuadernito 2º de Burgos, sin fecha, pero -como veremos- se sitúa a primeros de mayo del 38.
Estamos ante la sentencia lapidaria con la que el Autor cierra el cap «Corazón» y que hay que poner en relación íntima con este otro aforismo: «¡No hay más amor que el Amor!», anterior 7 u 8 años en el tiempo, con el que se abrirá el cap «Amor de Dios». La interrelación de ambos, no ya doctrinal o espiritual sino histórica y biográfica, podría haber sido ésta. Durante los EjEsp que, en soledad y retiro personal, hizo en Navidad de 1937 en el Palacio episcopal de Pamplona, el Beato Josemaría dedicó la tarde del 20 de diciembre a una meditación que en sus apuntes tiene como título «El amor y el Amor». Las notas de desarrollo son en esta ocasión mínimas. Sólo éstas: «Non est amor nisi AMOR!» -tenor literal latino del viejo p/417 (vid com), con el que ya se abría el cap «Caridad» en Cec- y que volvió a apuntar en la pequeña agenda que comenzó esos días en Pamplona. Hacia junio-julio del 38, ya en Burgos, comienza una nueva agenda y en la hoja primera copia de nuevo, en latín, el p/417. Y a continuación aparece el que será nuestro p/171:
«¡El Amor bien vale un amor!».
Lo que era claridad en su vida personal, ahora pasa a una fórmula lapidaria, casi normativa. Debió ser una de esas palabras que le venían golpeando en la oración. Pero antes de apuntarla de forma tan solemne en ese cuadernito, la había ya la había transmitido a otros como un mensaje operativo:
«El Reino de Dios padece violencia: no lo logra sino el que lucha. El Amor bien vale un amor».
«Oye: dile, de mi parte, a Federico, que el Amor bien vale un amor. ¡Duro, con esa gente, candidata al manicomio!».
En la primera carta anima a su corresponsal a luchar para defender el «camino». En la segunda exhorta a José María Albareda a que explique a esos amigos suyos que «compensa» darse del todo al Señor, aunque eso -si Dios así lo pide- lleve consigo renunciar a un amor humano... Sobre «el manicomio» vid com/808.
La meditación que predica en agosto sobre «Amor de Dios» termina con estas palabras:
«Coloquio con la Trinidad Beatísima: ¿amor? ¡AMOR!».
Ya en varios puntos ha aparecido la palabra Amor, con mayúscula. En el libro aparece así 65 veces (otras 25 con minúscula). Es una de las palabras y de las grafías más intencionadas y abundantes que el Autor usa en este libro. En este brevísimo p/171 está la más sintética expresión de esa intención. De alguna manera resume a la totalidad, como lo expresa el último punto, con su último mensaje: «Que cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor». Hay en esta palabra una concentración polivalente de significados, que se van percibiendo a lo largo de la lectura del libro y que permiten al Autor sintetizarlo todo ahí. «Amor» en C es, ante todo, el don de Dios al hombre, la autodonación de Dios y, en este sentido, el Espíritu Santo presente en el alma, que -como hemos visto- nos «cristifica» (vid com/56). Pero inseparablemente de ese Don y como efecto suyo, «Amor» connota el surgir desde la fe-, en el corazón humano, de un amor agradecido al Padre y a su Hijo Jesús -¡que nos dan su Espíritu!-, que es también «Amor»: «Enamórate, y no 'le' dejarás» (p/999). Amor, con mayúscula, es una manera de comprender a Dios y la relación del hombre con Dios: es Dios mismo -Padre, Hijo, Espíritu- en cuanto presente en nosotros, y la gracia del Espíritu Santo que transforma en Amor el amor del hombre.
Tomando estos tres puntos de Camino, se diría que la concatenación del pensamiento de Josemaría Escrivá es ésta: como no hay más amor que el Amor (p/417), el Amor bien vale un amor (p/171): enamórate, y no le dejarás (p/999). Vid también com/668.
PEDRO RODRÍGUEZ