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Al día siguiente, 3 de noviembre, tuvo la primera tertulia para matrimonios en el pabellón del Club Xénon. A pesar del ajetreo de aquellas semanas, el Padre se encontraba feliz, y hasta rejuvenecido. Como aseguraba a sus oyentes, al tiempo que les hablaba hacía oración. Era evidente que mantenía a todos en presencia de Dios y todos experimentaban, como una realidad palpable, lo que aquel sacerdote les decía: que el Opus Dei es estupendo para vivir y para morir, sin miedo a la vida ni miedo a la muerte. Así mañana y tarde, sin descanso, continuó haciendo su catequesis, hasta el día 6, en que salió por la tarde del aeropuerto de Lisboa con destino a Sevilla.
En Sevilla vio el Padre a muchas hijas e hijos suyos. Pero fue en Pozoalbero, la casa de retiros vecina a Jerez de la Frontera, donde se dio cita con millares de personas que acudieron a su catequesis. Con este propósito se acondicionó un recinto contiguo a la casa y abierto por un lado al jardín de la finca. En sus tiempos había allí una corraliza para guardar los aperos de labranza y unos locales donde, últimamente, funcionaba un lagar. "El lagar" se seguía llamando ese patio exterior, protegido por una gran lona. No por el calor de la temporada sino porque la semana anterior, estando el Padre en Portugal, la lluvia que venía del Atlántico había descargado con fuerza en Andalucía. De la pared del fondo, desde donde podía hablar el Padre paseando por un amplio estrado que dominaba las abigarradas muchedumbres procedentes del sur de la Península, colgaba un repostero con el lema: Siempre fieles, siempre alegres, con alma y con calma. (Eran las palabras del brindis que allí mismo, en Pozoalbero, había pronunciado el Padre el 2 de octubre de 1968).
Un día, en una de las tertulias, un chico joven le preguntó, sin más, por el lema. ¿Qué quería decir lo de "con alma y con calma"? ¿Cómo aplicarlo al trato con Dios?:
Quiere decir que hay que tener coraje, e ir despacio. Ese alma, calma quiere decir eso: que seas valiente, sin precipitaciones.
Las preguntas eran variadísimas: el sentido del dolor, los afanes del trabajo, la enfermedad o la rebeldía de los hijos. La sonrisa se alternaba con la seriedad. Mas he aquí que, inesperadamente, sin que se lo pidiesen, el Padre mostraba su alma con candor. Les enseñaba cómo hacía su oración, repitiéndoles algo que en Pozoalbero adquiría particular resonancia, el evocar la faena de quienes pisaban la uva en el lagar:
Me pongo, no dentro de mí, sino encima. Me pateo bien pateado: tú no eres nada, no vales nada, no puedes nada, no sabes nada, no tienes nada... Y sin embargo eres Sagrario de la Trinidad, porque el Espíritu Santo está dentro de nuestra alma en gracia, haciendo que nuestra vida no sea la de un animal, sino la de un hijo de Dios.
Uno le preguntó qué sentía al ver reunidos a tantos hijos suyos, cuando años atrás contaba tan sólo con una docena de personas en la Obra. Esto le hizo recordar "las primeras horas" de la fundación. Ahora al Padre le parecía estar viendo una película en color, después de aquellas del cine mudo:
Os he dicho, me lo habéis oído muchas veces y en momentos muy duros, que soñarais y os quedaríais cortos. ¿No es verdad? Os lo he dicho cuando erais pocos. Ahora os vuelvo a repetir lo mismo: que soñéis y os quedaréis siempre cortos.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. III). Rialp, Madrid, 2003.