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21 noviembre 2025

San Josemaría hoy: 1957. La Sección de Mujeres va a París

La familia Bardinet regalará al Fundador una imagen de la Virgen para que presida las tareas de la Obra en tierras francesas. Los padres de Catherine, tras recorrer muchas tiendas de antigüedades, han decidido encargarla directamente a un escultor. La talla quedará preciosa. De rasgos delicados, sostiene en una mano el cetro rematado por una flor de lis. Su atención de madre se centra en Jesús, y apoya levemente, con intimidad, la cabeza en Dios hecho Niño. La madera adquiere pátina en una de las grandes bodegas de Burdeos, junto a los vinos que encuentran en el tiempo su mejor color y sabor. El Padre ve esta imagen por primera vez en Los Rosales, la casa de Villaviciosa de Odón, y le gusta mucho.
En 1957, un grupo de la Sección de mujeres prepara su viaje a París. El Fundador les descubre el horizonte que espera a la Obra en el país galo:
«Francia puede y debe hacer un gran papel en el mundo, para defender la doctrina de Jesucristo. La labor en Francia interesa en muchos sentidos, para bien de todas las almas».
Poco antes de salir de Roma por la estación Termini, el Fundador escribirá, en latín, en la primera página de un cuaderno, a las que se marchan a Francia:
«Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas. Amen. Amen».
Una aceptación directa, total, de los acontecimientos que el Cielo tiene reservados ya, sin duda, para sus hijas en el país vecino.
En junio de 1958, precedida por la oración a Sancta María Regina Galliae y por la bendición del Padre, este grupo pondrá en marcha la Residencia Rouvray.
El Fundador conocerá a los primeros que han llegado a la Obra en Francia, en mayo de
1959. Alguno describirá así esta visita:
«No me imaginaba que el Padre fuera tan rebosante de humanidad, tan alegre y sonriente (...). Casi instantáneamente todos participábamos de esa honda y radiante alegría que desbordaba de su corazón. Y, observé, que al acercarse a cada uno de los allí presentes, a todos les llegaban unas palabras cariñosas, paternales, como si los conociera desde siempre».
l Fundador bromea con ellos y les dice que quiere mucho a los franceses a pesar de la invasión de Napoleón... Y que entre sus ascendientes hay una rama francesa.
Y como un ejemplo de la universalidad del espíritu que Dios .le ha dado, les habla de los que ha nombrado Intercesores del Opus Dei, a los que los miembros de la Obra encomiendan algunas necesidades apostólicas concretas: Tomás Moro, un inglés; el Cura de Ars, un francés; San Pío X, un italiano...
El ambiente es de confianza y cariño. En un momento de la conversación, les dice:
«Os quiero piadosos, alegres, optimistas, trabajadores y pillos (...). ¿Cómo se dice pillo en francés?».
La Residencia femenina de Rouvray, en el barrio de Neuilly, también será punto de referencia del Padre en éste y sucesivos viajes.
El Centro de encuentros de Couvrelles, cerca de Soissons, a unos 100 kilómetros de París, se pondrá en marcha como Casa de Retiros y Convivencias en 1966. Tres años antes, se lo han enseñado al Fundador, desde el coche. Tienen la duda de la gran envergadura del edificio que les desborda, entonces, todas las previsiones. El Padre mira la casa y les tranquiliza. Porque aún le parece pequeña para las tareas que se avecinan.
Su visión del futuro es certera. En un breve plazo de tiempo, Couvrelles, preparado para alojar a cincuenta personas, tiene que multiplicar sus posibilidades y dar cabida a más de cien.
La última vez que el Padre abrace a sus hijos franceses será en 1972. Es octubre, y el otoño amarillea los alrededores del Santuario de Lourdes. El Fundador atraviesa la explanada para visitar a la Señora en la Gruta. Cuando alcanza a ver la imagen, se arrodilla. Aquí, en este lugar bendecido por tanto dolor y tanta Gracia, el Padre -lo dice él- no pide nada. Sencillamente, pone en manos de la Regina Galliae esta batalla de amor y de paz que deben sembrar sus hijos en el suelo de Francia.

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.