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20 noviembre 2025

San Josemaría hoy: 1955. Traslado al piso del Boulevard Saint Germain

El primer viaje del Fundador a Francia tiene lugar el 24 de octubre de 1953. Es una visita rapidísima a sus hijos de la Rue de Bourgogne. Llega a las once de la mañana y pasa el día entero con ellos, pero hacia las siete, al caer el sol, tiene que proseguir su ruta. Sin embargo, este abrazo y esta bendición sobre cada uno, en tierras francesas, ha sido un espoletazo de esperanza.
A partir de esta fecha, sus repetidos viajes a Europa hacen de París casi un punto obligado de trasbordo. Así, en noviembre de 1955, cuando ya se han trasladado a un piso en el Boulevard Saint Germain. En junio de 1956, cuando comparte tres días las actividades, preocupaciones y proyectos de sus hijos en la capital de Francia. En mayo y en noviembre de 1957, cuando ya hay diecisiete personas viviendo en el Centro del Boulevard. Entre ellos, don José María Hernández de Garnica, que ha ido a ayudarles y a colaborar en el desarrollo de la labor apostólica en Francia; y Fernando Delapuente, que empieza a perfilar lo que ha de ser su definitivo estilo de pintura en las luces casi mágicas de París. Aquí tendrá ocasión de montar dos exposiciones.
Hay como un milagro que Dios se apresura a llevar a cabo en el país galo: con nueve años de anticipación, ha traído a la Obra la primera vocación francesa de la Sección de mujeres. El acontecimiento tiene la naturalidad y sencillez del apostolado del Opus Dei. La familia Bardinet, que vive en la ciudad de Burdeos, tiene una antigua amistad con los Bandeira, españoles, oriundos de Vigo. Los intereses comerciales mediaron en el comienzo de esta relación, ya que ambos son industriales y exportadores de los vinos de su respectivo país. Pero, en la actualidad, su confianza ha rebasado los límites de cualquier interés material. En el verano de 1949, Lourdes Bandeira Vázquez se desplaza a Burdeos para convivir unos meses con sus amigos franceses. Se trata de aprender el idioma y conocer Francia. Lourdes ha pedido la admisión en el Opus Dei hace apenas un mes. En Burdeos, comparte su tiempo con Catherine y Michelle Bardinet. Esta familia ha educado a sus hijos en la religión católica, pero su vida no transcurre por los cauces de una piedad intensa. Son muy jóvenes, y las posibilidades que les brinda el ambiente imponen un ritmo trepidante a su existencia cotidiana. Allí, a orillas del Garona y frente al gran estuario que se abre al Atlántico, Lourdes hablará a Catherine de una tercera dimensión en la alegría cotidiana, de la presencia de Dios en los minutos de la jornada para llenar su juventud. Se entienden en un francés muy elemental, pero suficiente para que Lourdes pueda leer unos puntos de «Camino». Catherine se queda con el libro y una noche, con ayuda de un diccionario, trata de desentrañar el sentido y la proyección de aquellas frases.
«Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.
Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón».
«Vivid una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la fuerza de no estar solo».
Y Catherine empieza a vivir, muy pronto, la alegría y la exigencia de esta llamada. Lourdes le habla de la expansión de la Obra, que ha comenzado ya; de las vocaciones que han de llegar de Francia, de Inglaterra, del mundo entero.
El 15 de agosto de 1949, Catherine Bardinet escribe al Padre solicitando su admisión en el Opus Dei.

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.