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Si no tiene que viajar o ausentarse de casa, Escrivá celebra su misa al mediodía, exactamente a las 12'40, después de haber desarrollado media jornada madrugadora de inmenso trabajo. Quince minutos antes, le avisan para que pueda prepararse, de modo más inmediato, rezando solo en el oratorio. Da importancia grande a este preámbulo, en el que se dispone para actuar ante el altar de modo "digno, atento y devoto". En cierta ocasión, los asuntos de trabajo se complican y prolongan más de lo previsto y, como él no usa reloj, se ve mal sorprendido cuando Javier Echevarría le advierte: "Padre, se nos ha echado el tiempo encima y es ya la hora de su misa".
Más que contrariado, malhumorado por esa precipitación, se dirige hacia la sacristía. En este estado de ánimo, comienza a revestirse: el amito, el alba, el cíngulo, la estola, la casulla.
Cuando acaba de celebrar, permanece -como todos los días- diez minutos dando gracias. Después, llama a Echevarría y a Ernesto Juliá. Uno y otro le han visto antes, serio, adusto, y les sorprende verle ahora, con la mirada tan chispeante de emoción y de alegría:
- Venía disgustado, de mal humor... Y así empecé a revestirme. ¡Con genio! Pero ya, al besar el amito y al recitar la oración Impone, Domine, capiti meo galeam salutis..., noté que esas preces me salían ¡bordadas! Y luego, toda la Misa ¡una maravilla!, como si la hubiese preparado horas y horas... En la acción de gracias le he dicho al Señor: "Quiero que me quieras siempre como hoy... ¡Ámame siempre como hoy me has amado!".
De continuo, descubrirá nuevos y más profundos sentidos a las distintas oraciones y rúbricas de la misa. Un día será una formidable experiencia de la fuerza de Dios, al decir como tantas veces "nuestro auxilio está en el nombre del Señor" ( adiutorium nostrum in nomine Dómini). Otro día, la convicción gozosa de que el Amor de Dios es eternamente joven, cuando nada más comenzar la misa recite el "me acercaré al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud". Su comentario, exultante, parece el de un muchacho enamorado: "¡nunca podré con este Amor volverme viejo!". Y ha rebasado ya el listón de los 70 años.
En otra ocasión, se maravilla ante el inesperado hallazgo de un filón de luces sobre la Trinidad:
- Hasta hoy no había captado en toda su belleza esos "remates" litúrgicos, que no son añadidos sino cantos a las tres Personas de la Santísima Trinidad: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,... ¡con qué confianza nos dirigimos a Dios Padre!..., que contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Yo siento, cada vez con más fuerza, la necesidad de tratar a las tres divinas Personas, distinguiéndolas, una a una, sin separarlas...
Y también, predicando unos momentos antes de celebrar, dirá con el deleite de quien por adelantado paladea algo muy agradable:
- Dentro de unos momentos me llegaré a celebrar la Santa Misa: a tener un encuentro personalísimo con el Amor de mi alma (...) Besaré el altar, con besos de Amor. Y tomaré el Cuerpo de mi Dios y el Cáliz de su Sangre y lo levantaré sobre las cosas de la tierra, diciendo: Per Ipsum, et cum Ipso et in Ipso: ¡Por mi Amor!, ¡con mi Amor!, ¡en mi Amor!
Y otras veces recuerda que la misa es una cita universal en el espacio y en el tiempo, un encuentro cósmico, de eficacia incalculable, en el Sacrificio mismo de Cristo:
- Uníos a la oración de todos los cristianos que han rezado, rezan y rezarán a lo largo de los siglos. Y especialmente, a la de vuestros hermanos: a los que tenemos ya en el Cielo, a los que se purifican en el Purgatorio y a los que están repartidos por toda la tierra, combatiendo valerosamente las batallas de paz -pequeñas o grandes- de la vida interior. Así, al celebrar la Santa Misa, además de ser Cristo y de saberme rodeado de ángeles, me sabré también coreado por el clamor de la oración de todos mis hijos, y tendré fuerza para urgir al Señor: exaudi orationem meam, et clamor meus ad Te veniat!, ¡escucha mi oración y llegue a Ti mi clamor!
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.