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5 octubre 2025

San Josemaría hoy: 1948. La Hermana Pobreza

Los problemas financieros van a ser una constante, una atmósfera natural en la vida de Josemaría Escrivá, aunque nunca por falta de dinero dejará de hacer lo que la irradiación del Opus Dei exija en cada momento. Llevará a la práctica, con una fe descomunal, aquel viejo consejo: "Se gasta lo que se deba, aunque se deba lo que se gaste".
Sin embargo, la preocupación por los medios materiales no le quita ni un instante de paz. Cuando están en el mayor de los agobios, en octubre de 1948, preside el Padre unas "jornadas de trabajo" con hijas suyas que desempeñan cargos de dirección dentro de la Obra. Se reúnen en Los Rosales. Estudian y trabajan con intensidad, para liquidar en tres días un programa que debía durar una semana. Los temas son bien diversos: abarcan desde la formación espiritual de los miembros del Opus Dei, hasta el cuidado material de los centros; desde las nuevas iniciativas de apostolado, hasta la necesidad de descanso físico...
Cuando llega el turno a una sesión titulada "Estudio de la situación económica", las asistentes suponen que de ese análisis han de salir soluciones para el sostenimiento y la buena financiación de las labores ya iniciadas, y sugerencias para la puesta en marcha de otros instrumentos apostólicos. Sobre la mesa del comedor -que es donde desarrollan esas sesiones se apilan carpetas, blocs de notas, fichas de experiencia, folios con presupuestos de gastos y con previsiones de ingresos, resúmenes de administraciones domésticas, etc, etc. Pero el Padre cambia los planes que llevan elaborados, al decirles:
- Hijas mías, la cuestión económica se resuelve a base de responsabilidad personal y de pobreza también personal... Y eso, más que un tema para estudiarlo aquí entre todos, es un asunto que cada una debe tratar con el Señor, a solas, en su oración.
Y, en efecto, esa sesión se "trabaja" por la tarde, en el oratorio de Los Rosales, en un clima de intenso silencio.
Un auditor financiero se llevaría las manos a la cabeza; pero... es así, como una cuestión de exigencia personal y de total confianza en Dios, como Josemaría Escrivá entiende que han de solucionarse los problemas económicos. Poco antes, o poco después, al hilo de su propio diálogo con Dios, escribe: "Me encuentro en una situación económica tan apurada como cuando más. No pierdo la paz. Tengo absoluta seguridad en que Dios, mi Padre, resolverá todo este asunto de una vez".
Esa misma pobreza personal que espera de los suyos, la vivirá él "antes, más y mejor". Hay noticia innumerable de tantos detalles, que resulta difícil seleccionar... Por ejemplo, Escrivá sólo tiene dos sotanas: quita y pon. Una, siempre limpia y planchada, de corte romano, para salir a la calle y recibir visitas. La otra, para andar por casa y recorrer las obras, con tantas piezas y remiendos que en algún momento dirá: "tiene más bordados que un mantón de Manila".
Otro botón de muestra: el dormitorio del Padre es un reducido cubículo donde tan sólo caben la cama, una mesa, un sillón de madera sin tapicería ni cojín, un pequeñísimo armario empotrado... Además, es un lugar de paso. También su cuarto de trabajo, escogido sin duda por él mismo, será la habitación más pequeña, oscura y agobiante de todo el inmueble: sólo por un ventanuco, que da a un patio interior, puede entrar un sorbo de luz y de aire.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.