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Algunas de las reuniones que el Padre va a convocar en Madrid tendrán lugar en el salón de actos de Tajamar, centro docente promovido por el Opus Dei en el barrio de Vallecas. Más de dos mil personas llenarán diariamente esta gran aula, que se convierte en cuarto de estar por la confianza familiar del ambiente. Tajamar tiene nombre de proa, de oleaje cortado por navegaciones firmes. Y así ha sido, en efecto, la travesía temporal de este Instituto. El Fundador recuerda sus correrías apostólicas por Vallecas desde 1927. Con sacrificio alegre acudía a las llamadas de los enfermos, los pobres, los más abandonados.
«Cuando tenía veinticinco años, venía mucho por todos estos descampados, a enjugar lágrimas, a ayudar a los que necesitaban ayuda, a tratar con cariño a los niños, a los viejos, a los enfermos; y recibía mucha correspondencia de afecto, y alguna que otra pedrada... Hoy para mí esto es un sueño, un sueño bendito, que vivo en tantos barrios extremos de ciudades grandes, donde contribuimos con cariño, mirando a los ojos de frente, porque todos somos iguales».
Tajamar empezó en 1957, con muy pocos medios. Un grupo de profesionales, miembros del Opus Dei, que alquilaron tres pequeñas viviendas y un garaje, en una calle estrecha y húmeda. En 1959 los alumnos aumentaron y Tajamar se trasladó a una antigua vaquería del barrio. Mientras tanto, con la ayuda de muchas gentes, se empezaron las obras del Tajamar definitivo. Hoy, cerca de 1.900 alumnos cursan en el Instituto los ocho años de Enseñanza General Básica, el Bachillerato Unificado y Polivalente, el Curso de Orientación para ingreso en la Universidad y Escuelas Técnicas Superiores. Hay, además, estudios profesionales de forja, soldadura, artes gráficas y electrónica. Estas actividades ocupan los locales desde las nueve de la mañana a las 5,30 de la tarde. Media hora después, las aulas vuelven a llenarse para la enseñanza nocturna de aquéllos que compaginan su trabajo con un noble deseo de aprender y mejorar su nivel profesional. En este aledaño de Madrid que ha costado tanto esfuerzo y trabajo, habla el Padre como en su casa.
La llegada al Cerro del Tío Pío, donde se asienta Tajamar, es hoy una fiesta. Hay saludos y sonrisas. Alegría demostrada en mil detalles y deseos de que todo el mundo lo pase bien junto al Padre. Ante esta riada de personas que acuden al salón de actos, el Fundador va a repetir la misma doctrina, el mismo cariño; un espíritu idéntico al que impartía a los estudiantes y obreros que trataba en los años veinte y treinta: que todos están llamados a la santidad, y que pueden alcanzarla santificando su trabajo y sus obligaciones familiares y sociales.
Recibirá, desde el 30 de octubre, a las familias de alumnos de Tajamar, matrimonios de Madrid, gentes de diversas provincias españolas; varios centenares de sacerdotes de Madrid y de las diócesis vecinas; campesinos, empleados, miembros y Cooperadores del Opus Dei.
Una de sus primeras visitas es a la Residencia Los Tilos, para empleadas del hogar. Este Centro de Formación Profesional se ha inaugurado en 1967. A esta tarea han dedicado su esfuerzo un grupo de mujeres del Opus Dei. Es preciso llenar un vacío de capacitación destinada a estos puestos que requieren, ya, unos conocimientos más adecuados. Dotar de dignidad profesional el trabajo realizado dentro del ambiente familiar y el oficio desempeñado en grandes colectividades.
Unos años después, en un viaje por América, repetirá:
«Es una profesión extraordinariamente grande (...). No hay ninguna profesión humilde: todos los trabajos son grandes, santos, nobles. Yo no sé si es más importante el trabajo del Gobernador del Estado, que el de una chica empleada del hogar. Dependerá del amor que ponga. Puede suceder que aquella que está en la cocina lo hace con tanto amor, que vale más que esté allí que no en el Parlamento».
Les recuerda, de nuevo, la categoría del trabajo, de toda dedicación en servicio a los demás; de la necesidad de una formación certera para huir de la rutina, del desorden. Y el coraje de tener un sano orgullo del oficio bien hecho, santificado por el amor a Dios.
Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.