Página inicio

-

Agenda

12 octubre 2025

San Josemaría hoy: 1968. En el colegio Zurbarán les habla de la muerte

El 12 de octubre de 1968 está en Madrid, en el Colegio Mayor Zurbarán, con unas doscientas universitarias. Una de ellas, Pepa, muy enardecida, acaba de decirle que, por la gente hay que hacer lo que sea, hay que darse a tope, hay que "¡matarse!". Arriba, en el escenario del "Aula Magna", Josemaría Escrivá gira rápido hacia el punto de donde procede la voz. Cuando ya la ha localizado, replica con enorme energía:
-_¿Matarse? ¡No! ¡Hay que vivir! ¡Hay que vivir! No estoy conforme con que la muerte sea el remedio. Tengo ya muchos años y no deseo morir; aunque, cuando el Señor quiera, iré a su encuentro encantado: in domo Domini ibimus! Con su misericordia, iremos a la casa del Señor.
A partir de ahí, suavizando el tono de voz, repentiza un sorprendente soliloquio sobre la vida y la muerte:
- Pedid que esté contento también a la hora de morir, que los que me rodeen, me vean sonriente, como he visto siempre sonrientes a mis hijos a la hora de la muerte, sabiendo que vita mutatur, non tollitur, que no es más que cambiar de casa, salir de estas cosas de la tierra, para ir al amor: un amor que no hace traiciones, que sacia sin saciar, que es el Sol, que es toda la armonía: que es un encanto, que es el amor de los amores.
Padre, entonces ¿usted tiene ganas de morir? ¡Ni hablar! Sería ir contra el espíritu del Opus Dei. Llevo cuarenta años predicando que no deseamos la muerte. Desear la muerte es de cobardes. Hemos de desear vivir, trabajar para nuestro Señor y para querer bien a todas las almas (...). En tiempos de Santa Teresa, los enamorados, tanto los místicos como los que cantaban el amor humano, solían exclamar -para demostrar la intensidad de su amor-: que muero, porque no muero. Y una letrilla famosa que conoceréis decía:
Ven muerte tan escondida
que no te sienta venir,
porque el placer de morir
no me torne a dar la vida}

Yo disiento de esta manera de pensar, y digo lo contrario:
Que vivo porque no vivo,
que es Cristo quien vive en mí

Que viva en mi Cristo, hijas. Si de alguna manera queréis hacerme un bien, pedid al Señor que sea Cristo quien viva en mí. Ojalá, viejo y todo, viva muchos años, para amar a todas las almas, a todas las criaturas, para demostrar con hechos que no tendré jamás rencor a nadie. ¡Vivir y trabajar! Los años no cuentan: somos jóvenes siempre.
Ha hecho un quiebro, que no es un malabarismo verbal, sino el resultado de un largo proceso de maduración espiritual: Ha pasado de Teresa de Jesús a Pablo de Tarso, del desgarrado, desfalleciente que muero porque no muero al germinal, palpitante que vivo porque no vivo.
Para Josemaría, la cuestión no es vivir o morir; ni siquiera desvivirse o desmorirse. El apunta hacia unas azoteas mucho más luminosas: ser vivido por el Otro... tomado, habitado y señoreado por el Otro. Y, puesto ya en esa cota, cuando el "yo" de uno se ha vaciado totalmente, para alojar el "Tú" del Otro, ¿vivir? ¿morir? ¡tanto da!.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.