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11 octubre 2025

San Josemaría hoy: 1962. Muere san Juan XXIII

Juan XXIII no es un Papa envarado y distante. Por el contrario, su campechanía abre puertas a la confianza y facilita el diálogo. En cierto momento, Escrivá de Balaguer le explica los farragosos trámites y las largas esperas que hubo de soportar durante veinte años, hasta que la Santa Sede dio su visto bueno a que en el Opus Dei hubiera "cooperadores" no católicos, e incluso no cristianos. Juan XXIII, buen conocedor de la alambicada burocracia vaticana, ríe a carcajadas con el relato vivaz en el que se contraponen la impaciencia de Escrivá y la lenta maquinaria de la curia. Pero al fundador del Opus Dei lo que le importa subrayar es el fenómeno novedoso de que gente de otras religiones puedan cooperar con una obra de la Iglesia Católica. Por ello, y aunque la entrevista se produce dos años antes de iniciarse el concilio que, ya sólo por llamarse Ecuménico parece el no va más de la apertura y de la progresía, Escrivá dice a Juan XXIII:
-En nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable. Como ve, no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad: lo he aprendido del evangelio.
Aún se encuentran ambos hombres en una segunda audiencia el 27 de junio de 1962. Es en esta ocasión cuando Juan XXIII, hablando del Opus Dei, hace esta valiosa confesión:
-Monseñor, la Obra pone ante mis ojos horizontes infinitos que no había descubierto.
Un comentario de similar envergadura al que, en otro momento, haría este mismo Papa a su secretario, monseñor Loris Capovilla, refiriéndose también a la Obra: é destinata ad operare nella Chiesa su inattesi orizzonti di universale apostolato.
Una simple frase como ésa desmiente de un plumazo todos los litros de tinta gastados en hacer conjeturas sobre si Juan XXIII entendió o no entendió el fenómeno del Opus Dei, y si hubo buena o mala "química" de sintonía entre el Papa Roncalli y Monseñor Escrivá. A este propósito, resulta muy expresivo el relato que el propio Escrivá hace de su última audiencia con el Papa, en una carta escrita para todas sus hijas e hijos: "... de este encuentro del hijo con el Padre han quedado guardados en mi mente y en mi corazón todos los pormenores (...) vuelvo con mi recuerdo a esta Audiencia, y guardo de ella hasta el más mínimo detalle: no solamente el día y la hora, sino también la mirada atenta y llena de paternal benevolencia, el gesto suave de la mano, el calor afectuoso de su voz, la alegría grave y serena reflejada en su semblante... Quisiera de verdad, queridísimos hijos, que todos vosotros sintierais la misma alegría que yo y quedaseis inmensamente agradecidos al Papa Juan XXIII por su bondad y benevolencia (...) nos tiene a todos en su corazón. Nos conoce y nos comprende perfectamente".
Cuatro años ha consumido Juan XXIII en "fletar" el Concilio. El 11 de octubre de 1962, consigue verlo zarpar. Va a ser una procelosa travesía. Pero, apenas se han iniciado los trabajos, cuando llevan dos meses, la asamblea entra en una fase de receso que amenaza ser colapso. Y es que, justo en ese tiempo, la salud del Papa se quebranta gravemente. El deterioro es irreversible.
Mientras Juan XXIII agoniza, Escrivá reza con fuerte intensidad. Esos días, altera su horario, adelantando la misa para poder ofrecerla por el Papa todavía vivo... o como sufragio madrugador, si falleciera por la noche
A la muerte del Pontífice, el luto y la tristeza popular por "el Papa Juan", "el Papa buen hombre", "el Papa campechano", ahondan la sensación de orfandad y de vacío ante la sede vacante. Sobreponiéndose a todos esos sentimientos, sin duda fáciles, Escrivá emproa su oración hacia el nuevo cónclave: Hace falta un Papa de gran estatura espiritual e intelectual. Un Papa capaz de ejercer la potestad y la autoridad. Un Papa a la medida de la crisis que, insensiblemente, va anegando a la Iglesia. Pero también, un Papa especialmente dotado para la prudencia.
Si, yendo de un lado a otro de la casa, el Padre se encuentra con algún hijo suyo, sin detenerse, y a modo de saludo, le recuerda: "¡Encomienda el cónclave!" o "¿Estás rezando mucho por el nuevo Papa?"

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.