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1934. Sobre la Academia DYA
Al mes de alquilarse el piso de la calle de Luchana, recién terminada la instalación, sucedió algo que dejó estupefactos a los presentes. Era el 5 de enero de 1934, víspera de la Epifanía. «El Padre nos propuso, al pequeño grupo de sus hijos allí reunidos —refiere Ricardo F. Vallespín—, que para el comienzo del curso 1934-1935, en octubre de 1934, debíamos tener instalada una residencia en una casa más grande, en la que algunos de nosotros podríamos vivir y, así, habría posibilidad de tener un oratorio con el Señor reservado en el Sagrario». Era el único modo de que conocieran y asimilaran el espíritu de la Obra, por convivencia con el Padre, oyendo las explicaciones de sus propios labios y tomando su ejemplo como forma de comportarse.
(Al parecer no todos compartían el optimismo del lema que presidía aquella casa —"Dios y Audacia"—, por lo que cuenta el Fundador de uno de sus sacerdotes: — Acabada de abrir la Casa del Ángel Custodio, ya me aconsejaba —lleno de apuro— un Hermano mío sacerdote que la cerrara, porque era un fracaso. Efectivamente (no contaré el proceso), no la cerré y ha sido un éxito inesperado, rotundo).
Recién puesta la Academia, y todavía con dificultades pendientes, impulsaba a don Josemaría el impaciente deseo de tener una nueva casa más amplia. Aunque no era, propiamente hablando, inquietud sino docilidad al aleteo de las urgencias divinas: Prisa. No es prisa. Es que Jesús empuja. Efectivamente, el Señor parecía animarle, contribuyendo a la empresa. No habían pasado tres días cuando un alma caritativa le ofreció una muy sustancial limosna, que el Fundador reservó para el nuevo centro que pensaba abrir, como anota el día de su cumpleaños, 9 de enero de 1934.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. I). Rialp, Madrid, 1998, 3ª ed.