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1948. Más penurias económicas
No exagera, pues, el Fundador cuando escribe desde Roma a los del Consejo General:
nunca me he dado tan malos ratos por la cosa económica. Y no es que haya disminuido mi confianza en Dios, sino que aumentando esa confianza, a la vista de tantas providencias del Señor, aumenta también en mí la convicción de que hemos de poner siempre todos los medios humanos. Como consecuencia, a mi vuelta haremos un estudio orgánico —frío— de la expansión de la Obra, teniendo en cuenta todo lo que ya está más o menos en marcha (Roma, París, Milán, Londres, Dublín, Coimbra, Lisboa, Chicago, Buenos Aires), pero sin olvidar la parte económica de la labor.
Sobradamente se percataba don Josemaría de las exigencias financieras, resultado de sus audacias apostólicas, y de que a más de uno le pasaría por la imaginación que el Padre fantaseaba en lo económico. Adelantándose a ello, les advierte, con plena conciencia de la situación:
Sigo preocupándome, ya lo escribí antes, y dándome cuenta de todo. Pero... aún es tiempo de hacer locuras, si se hacen con la cabeza: Dios tampoco nos faltará.
Jamás cruzó por la mente de sus colaboradores el pensamiento de que don Josemaría no hacía desde Roma todo lo humanamente posible en la desagradable tarea de pedir dinero. En todo caso, se ofrece humilde y voluntariamente a mendigar donde le indiquen:
no diréis que me desentiendo, cuando casi es una obsesión: para mi vuelta, pensad a qué personas podría ir yo a pedir limosna.
La noticia con que cierra la carta tampoco era de las que levantan felizmente los ánimos. (En efecto, el jueves 29 de enero de 1948, para ser precisos, sucedió que Ignacio Sallent fue a recoger unas cartas a la oficina de Iberia, junto a plaza de Venecia. Dejó el coche en la calle, cerrado con llave, y en los pocos minutos que tardó en salir se lo robaron. Ya llevaban siete días sin coche, que les era esencial para los desplazamientos). Con absoluta libertad —les dice el Padre—, sabiendo que otro coche saldría por unos mil doscientos dólares, decidid si se compra o no; sin olvidar que aquí no hay dinero y sería necesario inventarlo en esa administración.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. III). Rialp, Madrid, 2003.
Último viaje a América de san Josemaría en 1975
Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría
San Josemaría inicia el que será su último viaje a América. Sale este día con rumbo a Venezuela. San Josemaría había estado en Venezuela durante su Catequesis de 1974, pero no pudo tener tertulias pues se encontraba muy mal de salud, ya que, previamente, había estado en Brasil, Argentina, Chile, Perú y Ecuador, donde le dio el tremendo soroche del que no pudo reponerse. Por tanto, prometió que volvería a Venezuela. Este tercer viaje a América ya le suponía mucho esfuerzo. Antes de salir, comentó a algunas de la Asesoría en el comedor de Villa Vecchio: "Hijas mías, yo no tengo ningunas ganas, ningún deseo de hacer este viaje. Voy allí, a América, otra vez, porque es voluntad expresa de Dios que vaya... Pero yo no tengo fuerzas para ir. Voy también por amor a mis hijos, y me identifico con la voluntad de Dios; pero si no fuese así, yo no haría este viaje". San Josemaría ha perdido ya casi completamente la visión del ojo derecho, y con el izquierdo ve ya muy poco debido a unas cataratas que se le han formado. Tiene un agotamiento casi crónico. Don Álvaro comentó después que san Josemaría antes de las tertulias muchas veces estaba acostado y apenas podía moverse debido a ese agotamiento crónico, pero que cuando él y don Javier le avisaban que faltaban cinco minutos, san Josemaría sacaba fuerzas del alma y se levantaba casi arrastrándose, pero que luego, durante la tertulia ponía tanto esfuerzo que no se le notaba nada su cansancio y que, entonces, él y don Javier volteaban a verse uno al otro como no dando crédito a lo que veían hacer a san Josemaría. Al terminar la tertulia san Josemaría tenía que volver a acostarse de puro agotamiento. San Josemaría terminó este viaje en Guatemala, donde volvió a enfermar.