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2 enero 2025

San Josemaría hoy: 1948. Los supernumerarios

1948. Los supernumerarios
Era llegada la hora y el Fundador se sentía interiormente urgido a dar cabida en el Opus Dei a quienes, habiendo escuchado esa llamada específica de Dios, tenían puestas en él la mirada y las esperanzas. Esta presión que experimentaba en su alma se hizo patente, de manera señalada, a finales de 1947 y primeras semanas de 1948. En España había dejado a algunas personas, de las que era director espiritual, bajo la tutela de Amadeo de Fuenmayor, para que éste continuara dándoles clases de formación; en particular a los tres jóvenes profesionales —Tomás Alvira, Víctor García Hoz y Mariano Navarro Rubio—, admitidos de hecho en el Opus Dei y en espera de poder incorporarse de derecho. Amadeo había preparado para ellos un plan de formación. Plan que envió al Padre para someterlo a su criterio. Al Padre, dichas notas le parecieron un tanto débiles y deficientes en sus exigencias, y muy por debajo del objetivo de santidad radical que debían proponerse. Poco antes de la Navidad de 1947 le enviaba estas expresivas líneas:
Para Amadeo: leí las notas de los Supernumerarios. [...] en la próxima semana te devolveré las cuartillas, con alguna indicación concreta: de todas formas, adelanto que no podremos perder de vista que no se trata de la inscripción de unos señores en determinada asociación [...]. ¡Es mucha gracia de Dios ser Supernumerario!
En definitiva, la llamada al Opus Dei de las personas casadas es idéntica a la de los célibes; y la misma que la de los numerarios o numerarias, pues en la Obra no existen diversos grados de entrega a Dios:
En la Obra, es claro, no hay más que una sola vocación para todos y, por lo tanto, una sola clase —advierte el Fundador—. Las diversas denominaciones que se aplican a los miembros de nuestra Familia sobrenatural sirven para explicar, con una sola palabra, hasta qué punto se pueden empeñar en el servicio de las almas como hijos de Dios en el Opus Dei, dedicándose a determinados encargos apostólicos o de formación, atendidas las circunstancias personales, aunque la vocación de todos sea una sola y la misma.
Al llegar Año Nuevo 1948, felicitó el Padre a quienes serían los tres primeros miembros supernumerarios del Opus Dei, con el vivo presentimiento de que estaba a punto de abrirse en flor la obra de San Gabriel, es decir, el apostolado con gente casada, tal como lo vio en 1928:
Roma, 1 de enero de 1948.
Para Tomás, Víctor y Mariano.
¡Que Jesús me guarde a esos hijos!
Mis queridos tres: Es imposible que ahora os escriba uno a uno: pero os envío la primera carta, que sale de mi pluma el año 48. Os encomiendo de veras. Sois el germen de miles y miles de hermanos vuestros, que vendrán más pronto de lo que esperamos.
¡Cuánto y qué bien se ha de trabajar por el Reinado de Jesucristo!
Experimentaba el Fundador una gozosa inquietud, que resonaba en su alma como el gorgoteo de un líquido al punto de escanciarlo. Toda su persona vibraba en espera de un acontecer inmediato, y esa vibración se transmitía a su pluma:
Sólo os anticipo —escribe a Madrid— que se abre, para la Obra, un panorama apostólico inmenso, tal como lo vi en 1928. ¡Qué alegría poder hacerlo todo en servicio de la Iglesia y de las almas!
Voy a aprovechar estos días de Roma —anunciaba por entonces a los del Consejo— para trabajar todo lo referente a Supernumerarios: qué ancho y qué hondo es el cauce que se presenta!... Hace falta que seamos santos.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. III). Rialp, Madrid, 2003