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1932. Santo Rosario
El original manuscrito de Santo Rosario, de diciembre de 1931, lo envió a su confesor con una nota en la que se lee: le entrego estas cuartillas a velógrafo, con el fin de empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación. Y el 1 de enero de 1932 escribe: Ayer estuve con el P. Sánchez. Me devolvió, acotadas, las cuartillas mías sobre el santo rosario (Apuntes, n. 529).
Muy modestamente, y con intención de regalarlo, se editó en 1934 en Madrid, en la imprenta de Juan Bravo, 3; con licencia eclesiástica; 23 páginas en octavo. Lleva como título: "Santo Rosario", por José María.
La primera edición después de la guerra civil (José María Escrivá: "Santo Rosario", s.a.; Gráficas Turia de Valencia) se imprime, probablemente a comienzos de octubre de 1939, ya que la licencia eclesiástica se obtiene en 2-X-1939. Esta edición lleva ya un prólogo del Excmo. Sr. Obispo de Vitoria y tiene formato de folleto.
La primera edición comercial (Josemaría Escrivá de Balaguer: "Santo Rosario", ed. Minerva, Madrid, 1945), a diferencia de las anteriores, tiene formato de libro, de reducido tamaño y bellamente ilustrado. El autor amplió ligeramente el texto de 1934 en el comentario de algunos misterios.
Vázquez de Prada, ¡Señor, que vea!, t. I, nota 197, p. 409
1947. Audacia en el apostolado
En la mañana de Año Nuevo escribía a los de Madrid:
Las cosas siguen su curso —un curso excesivamente lento, pero aquí son así— y, en la cuestión de la casa, bien poco podemos hacer, mientras no se solucione, como es debido, la cuestión económica, que va por esas tierras de España con el mismo ritmo que si Madrid fuera Roma. Paciencia.
Ayer tuvimos Misa a medianoche. Antes, al acabar el año, rezamos el Te Deum y las oraciones de acción de gracias. Mucho nos dio el Señor en el año último, pero estoy seguro de que, si somos fieles, este año 47 será más fecundo en todos los estilos.
Me gustaría salir de aquí cuanto antes. Sin embargo, hay que estar al pie del cañón, aunque nada más sea haciendo la guardia. También valdrá esto algo delante de Dios... ¡para mi genio!
Sí, realmente, requería mucha fuerza el dominar un carácter que tendía a afrontar los problemas armado de audacia sobrenatural, con rapidez de decisión y sin demoras en la ejecución. Tal era su modo de ser. Es comprensible, por lo tanto, que, en medio de la necesaria burocracia y prudencia de despacho en la Curia, el Padre se sintiese reducido y como maniatado. A duras penas podía contenerse. El ímpetu de la acción le salía espontáneo. En cierta ocasión, conversando con sus hijos, les decía:
Somos cinco y parece, a primera vista, que no hacemos nada. Pero un día, más tarde, los que vengan y hablen de nuestra estancia aquí en Roma, nos mirarán con envidia.
Vázquez de Prada, Los caminos divinos de la tierra, t. III, p. 68