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27 septiembre 2025

San Josemaría hoy: 1948. A la conquista de América

En el verano de 1948, el Padre y don Álvaro vuelan de Roma a Madrid. Ya en España, se acercan con frecuencia a Molinoviejo. Un día de septiembre, el Padre habla con don José Luis Múzquiz. Le comunica la partida inminente de don Pedro Casciaro para llevar el Opus Dei a tierras de América y le pide que viaje a Madrid porque, en unos días, volverá a reunirse con él.
Solamente han pasado cuatro jornadas cuando el Padre regresa a Madrid y vuelve a tener otra conversación con don José Luis:
«¿Qué tal si, en vez de empezar en un país de América, empezamos en dos? Pedro podría ir a México. ¿Te gustaría a ti ir a Estados Unidos?»
-«Sí, Padre».
Le dice que piense en algunos más que quieran ir y que tengan condiciones para ello. Hay que preparar los pasaportes y todo lo necesario.
Con esta sencillez se decide el salto del océano en busca de un nuevo Continente para extender el espíritu del Opus Dei. Pedro Casciaro ha llevado a cabo, previamente, un programa de viajes que le han conducido desde Canadá a Chile, pasando por Estados Unidos, México y Argentina. Las estancias han sido breves. Solamente México, como pronóstico revelador de su futura tarea americana, le ha ocupado más de dos meses.
Durante este tiempo se ha entrevistado con autoridades y personas conocidas que le han informado acerca de las condiciones de trabajo que ofrece cada país. En una palabra: ha ido abriendo camino a los primeros miembros de la Obra, que llegarán, en breve, a roturar nuevas tierras con sus tareas profesionales y su espíritu apostólico.
En febrero de 1949, poco antes de partir hacia los Estados Unidos, Monseñor Escrivá de Balaguer le dice a don José Luis:
«Me quedo más solo que la una..., pero vale la pena». Casi todos los que estaban trabajando con él, a excepción de don Álvaro que está en Roma, se han ido marchando a América.
«Me da pena y alegría. Pena de separarme y alegría porque vais con la luz y el sabor. Va a ser para mucha gloria de Dios».
Y le da un consejo práctico y magnánimo:
«Más vale echar atrás en una cosa que dejar de hacer noventa y ocho».
Con ello le anima, una vez más, a ser audaz en nombre de Cristo. Le dice que no deje de hacer las cosas que crea convenientes por miedo a equivocarse...
La última entrevista del Fundador con don José Luis tiene lugar en el aeropuerto de Madrid. Monseñor Escrivá de Balaguer regresa a Roma. Unos días antes le ha entregado un pequeño recuerdo que conserva desde su estancia en el Hotel Sabadell de Burgos: es un cuadro de la Virgen que presidió las horas de esperanza durante la guerra. Cuando encuentren casa en América, será lo primero que instalen en el oratorio de Woodlawn Residence, en Chicago.
Al sonar los altavoces anunciando el vuelo Madrid-Roma, el Padre abraza a este hijo que dentro de pocos días va a emprender una larga ruta:
-«Nos vamos a poner tiernos», comenta en broma.
Porque la emoción es manifiesta. Poco después, en el cielo braman los motores del avión camino de la Ciudad Eterna.
El 16 de febrero de 1949, don José Luis Múzquiz, acompañado de Salvador Martínez Ferigle, emprenderá el vuelo para cruzar el Atlántico en un avión de la TWA. Suspendidos en el aire, en la universal frontera del espacio, piensan ya en el inmenso país que les espera y que ya empieza a ser su nueva patria.
El 18 de febrero de 1949, don José Luis celebra el Santo Sacrificio de la Misa en Nueva York, en la Catedral de San Patricio. Pocos días después llegan a Chicago. De momento, y mientras buscan una casa, se hospedan en una pensión de estudiantes: el Hotel Harvard, muy cerca de la Universidad.
No saben todavía que de las aulas de la Chicago University y del Illinois Institute of Technology saldrán las primeras vocaciones para el Opus Dei.

Ana Sastre, Tiempo de caminar. Rialp, Madrid, 1990, 2ª ed.